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Opinión

Editorial: Hartos de vivir inundados

Solo bastó una lluvia para recordarnos que la temporada invernal está ‘a pepo y trulo’ para que las calles de Guayaquil nuevamente vuelvan a llenarse de agua y queden convertidas en ríos. Ni la final del torneo ecuatoriano de fútbol que se disputó en el Capwell el pasado domingo se escapó del diluvio.

Pero a los ciudadanos no les sorprende que diversos sectores queden anegados cada vez que asoman los primeros aguaceros, mientras Emapag asegura que se han hecho trabajos para mitigar en algo los efectos de las lluvias, las ‘pisci-calles’ dicen todo lo contrario. Resignación...

Pasan los años y el problema no se acaba, cayendo todas las críticas al Municipio y su falta de acción para terminar con este viejo mal.

A todo esto, las autoridades se defienden indicando que las inundaciones en el norte, sur y centro se deben a la marea alta que coincide con los intensos chaparrones, pero también a la basura que lanza la gente a las calles tapando con esto las alcantarillas. Y en cierta parte tienen razón, porque por más trabajos que se realicen para evitar que la ciudad se convierta en un río con la primera lluvia, no va a servir de nada si el desaseo de los ciudadanos persiste.

Los habitantes de esta ciudad deben demandar con firmeza acciones urgentes, mejor planificación y mantenimiento adecuado de la infraestructura de aguas lluvias y residuales, para no seguir pasando la vergüenza de caminar dentro de casa con el agua hasta las rodillas.