Tal como se ve el panorama electoral en Brasil, todo hace presumir, en las elecciones presidenciales de hoy, el triunfo de Jair Bolsonaro, exmilitar de 63 años y quien en sus 27 años como diputado logró un discutido prestigio por sus virulentos términos contra cierto tipo de mujeres, contra los homosexuales y contra los negros, que son numerosos, sobre todo en las provincias norteñas del país más grande y rico de América Latina.

¿Cómo es posible, entonces, que Bolsonaro tenga el triunfo casi seguro? En eso tiene mucho que ver el hartazgo de los cariocas ante varios años de corrupción durante los gobiernos del Partido de los Trabajadores, que tiene figuras con demagógico atractivo como Lula, exjefe de Estado y quien sigue en la cárcel cumpliendo una condena por una serie de confirmados atracos a los fondos públicos, y de haber recibido jugosas coimas de empresas “generosas” como Odebrecht que fue favorecida con millonarios contratos con el gobierno.

Sin embargo, en tiempos de Lula el Brasil logró una prosperidad económica tal, que se ubicó entre los 10 países más ricos del mundo. Pero como el líder izquierdista no pudo ser esta vez candidato presidencial porque cumple una condena, las mayorías se han volcado a la derecha, cuya figura triunfalista es Bolsonaro.