Opinión
Editorial: Duro castigo por las alarmas falsas
Estas llamadas sobre situaciones que luego se comprobó eran falsas produjeron, por supuesto, el pánico general y la movilización inmediata en los locales supuestamente amenazados por las bombas.
Luego de una serie de atentados con bombas sufridas en el sector fronterizo norte, que comenzó con la explosión que destruyó el edificio de la Comandancia de la Policía esmeraldeña en San Lorenzo, se han registrado, sobre todo en la ciudad de Guayaquil, alarmas falsas mediante las cuales se informaba, especialmente con llamadas anónimas, que poderosas bombas podían explotar en centros educacionales llenos de numerosos alumnos y hasta en el propio inmueble donde funcionan las entidades pertenecientes al Poder Judicial.
Estas llamadas sobre situaciones que luego se comprobó eran falsas produjeron, por supuesto, el pánico general y la movilización inmediata en los locales supuestamente amenazados por las bombas. Movilización que pudo haber provocado incidentes y hasta heridos durante el apresuramiento en el desalojo.
Es posible que tales alarmas falsas sean el producto de una estrategia narcoterrorista que ya ha dejado el doloroso saldo de destrucción y muerte de varios compatriotas. Por ello, deben realizarse minuciosas investigaciones y castigar con el máximo de la ley establecida para tales casos a quienes resultaren autores de llamadas que provocan tan peligrosas conmociones.