Opinión
Editorial: Un severo castigo por las alarmas falsas
Resulta más que sospechoso, como si hubiera un vasto plan urdido con siniestros fines, que luego de los graves sucesos en las fronteras norte, con la muerte de 7 compatriotas y la destrucción de edificios policiales en manos de la narcoguerrilla integrada por los disidentes de las FARC, ya han habido movilizaciones urgentes de varias ciudades del país ante amenazas telefónicas de supuestas bombas colocadas tanto en centros de educación con miles de educandos -niños y adolescentes- así como en edificios públicos, tal como ocurrió en el de la Corte de Justicia en Guayaquil.
Se teme que estas falsas alarmas sean producto de un plan desestabilizador con el cual se busca causar el pánico en la población y obligar a las autoridades a movilizaciones que alteran su programa diario de trabajo. Esto complementaría la ofensiva criminal, con el uso de armas y bombas, en el sector fronterizo que se ha vuelto crítico tanto para el Ecuador como para Colombia.
La última falsa alarma fue, sin embargo, el producto de una suerte de venganza de un padre de familia a quien se le negaron las matrículas para sus hijos, porque no pagaba las pensiones mensuales anteriores.
Hay que estar atentos ante esta nueva forma de delincuencia y del terrorismo.