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Opinión

Editorial: Qué bajo cae la política

Campaña sin ataques, lamentablemente, no es campaña. Utilizar los más bajos recursos, insultos, agravios, noticias falsas y más se ha convertido en parte de las estrategias. Luego de darse una pausa tras el chuchaqui del 20 de agosto, el correísmo saca a relucir su artillería en contra de su contrincante en segunda vuelta atacándolo a él, a su esposa y a la candidata vicepresidencial.

El que los señalamientos sean o no verdaderos puede ser el origen de efervescentes debates en redes sociales, pero nunca ser lo que motive a inclinarse por uno u otro candidato. El votante debe aprender a diferenciar entre la información útil y de peso para tomar una decisión.

Las campañas de desprestigio solo manchan lo que debería un proceso transparente de debate de ideas y propuestas claras por el porvenir del país. Un balotaje de altura. Eso es lo que los votantes esperan y deben exigir de los aspirantes finalistas a la Presidencia de la República. Que los insultos se queden en las redes sociales, donde los trolls, cobijados por el cobarde anonimato, hacen de las suyas sin asumir las responsabilidades de sus palabras. Que triunfen las mejores propuestas e ideas. Que gane el mejor plan de trabajo. La descalificación es la forma más baja de construir el camino a Carondelet.