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Opinión

Editorial: Posorja también existe

Posorja requiere el mismo trato, atención e intervención que cualquier gran ciudad

Los hechos de violencia criminal que se suscitan en las grandes ciudades han opacado la gravedad del control delincuencial instaurado en poblados más pequeños, como Posorja. En esta parroquia rural de Guayaquil, la disputa entre bandas del crimen organizado por la contaminación de buques y la salida de lanchas con droga hacia Centroamérica ha crecido silenciosamente, sin que ninguna de las medidas del Gobierno logre frenarlo.

La tranquilidad de los pescadores y habitantes ha desaparecido, y recuperarla sigue siendo una deuda pendiente del Estado. No se puede justificar la inacción con el bajo número de denuncias; muchas víctimas prefieren callar ante las amenazas, y otras ya han perdido la confianza en las autoridades judiciales.

Posorja requiere el mismo trato, atención e intervención que cualquier gran ciudad. Si el país quiere dejar de ser conocido como exportador de droga hacia Europa, debe empezar por controlar los puertos y costas desde donde sale la mercancía. Y eso implica mirar también hacia donde nadie quiere mirar: a los pueblos que, pese a estar manchados de sangre, aún esperan justicia.

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