La obra más esperada y que está llamada a cambiar la vida de los habitantes de la capital empieza a funcionar como regalo por los 489 años de su fundación. Este sistema integrado de transporte masivo es más que una solución para los problemas de movilidad de los ciudadanos, debe ser entendido como la oportunidad para dinamizar la economía en diferentes sectores, pero también como una influencia positiva en el mercado inmobiliario y oportunidad laboral.

Atrás quedan todos los retrasos, aplazamientos, apuros, denuncias y olvidos que demoraron su construcción, y en el olvido deben quedar quienes pretendieron aprovecharse de la importancia de la obra para darse un baño de popularidad y utilizarlo como botín de campaña política.

Que sea entonces esto el inicio del nuevo Quito, de uno que se libere de las ataduras, de la caótica movilidad, de la falta de planificación integral, de la inseguridad, de la basura y de otras tantas cosas y que camine hacia el desarrollo, creando nuevos y modernos espacios para recuperar el brillo como una de las urbes más importantes de Sudamérica.

Está en manos de sus habitantes y de los administradores municipales el cuidado y conservación de esta importante obra transformadora y que remozará la cara de la capital.