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Opinión
Editorial: Urge el cambio profundo del país
La corrupción no es solo un problema administrativo o financiero; es un peso social que socava la confianza de los ciudadanos en sus instituciones
Es más fácil preguntarse qué áreas en Ecuador no están afectadas por la corrupción y las redes criminales que hacer una lista de todo lo que está mal. Este ejercicio puede ser realmente desalentador. La salud, la seguridad social, las obras públicas, la minería, la energía eléctrica, la producción petrolera, las fuerzas del orden, los trámites en las instituciones del Estado e incluso los permisos para los servicios de transporte escolar son parte de la maraña de deshonestidad que vacía los bolsillos de los ecuatorianos, beneficiando a unos pocos.
Desmantelar las estructuras corruptas no es una tarea fácil. La falta de detección o la indiferencia, ya sea por conveniencia o ineficacia, ha permitido que estas redes florezcan durante años. Son cientos de personas que priorizan su enriquecimiento personal sobre el servicio a la comunidad, sin pensar en el daño y sufrimiento que causan a quienes más dependen del Estado.
La corrupción no es solo un problema administrativo o financiero; es un peso social que socava la confianza de los ciudadanos en sus instituciones. Cada trámite lento, recurso mal utilizado y contrato amañado impactan directamente la vida diaria de millones de ecuatorianos. El país necesita una transformación profunda ya.