Opinión
#NoCallamosMás, una lección de vida
Nunca antes había sentido tanta vergüenza ajena (o quizás también propia) luego de leer los cientos de testimonios de mujeres de todos los estratos, hartas de que las agredan.
Nunca antes había sentido tanta vergüenza ajena (o quizás también propia) luego de leer los cientos de testimonios de mujeres de todos los estratos, hartas de que las agredan. Son historias impactantes que convergen en un factor común: la violencia intrafamiliar. Esa que se está convirtiendo en la protagonista de las noticias judiciales casi a diario, de ese papá ebrio que golpea a mamá frente a sus hijos y que después, como una deidad ciega, decide matarla para luego suicidarse o escapar impune de la horrorosa escena. De monstruos lascivos disfrazados de padres, hermanos, tíos, primos, abuelos que atacan sexualmente a las niñas, dejándolas marcadas para siempre. Esa rabia y ese dolor contenidos en un silencioso rincón emergerán desde lo más profundo cuando se conviertan en adultas. Son historias que conmueven e indignan, mujeres adultas que recuerdan cómo un repugnante sujeto tocó sus frágiles cuerpos de niñas amenazándolas con agredirlas si los delataban. Es hora de que los hombres reveamos nuestra actitud frente a ellas. No tenemos derecho a juzgarlas por lo que se ponen, por lo que piensan, por lo que hacen. Una cosa es el piropo fino para engalanar su belleza y otra pasarnos de groseros escupiendo palabras soeces cuando caminan por las calles. Es momento de entender que los derechos no se miden por el género, sino por las leyes, ante las cuales todos somos iguales. La iniciativa de estas mujeres valientes, reflejada en el fanpage #NoCallamosMás, debe servir para decir basta de creernos superiores y de perpetrar abusos físicos y psicológicos en nombre del machismo. A ellas quiero decirles gracias por hacer de mí un hombre nuevo