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Opinión

Rabietas de un niño áspero y engreído

Por El ab. Elio Ortega Icaza

Un día, un niño entró a su casa dando patadas en el suelo y gritando muy molesto. Su padre lo llamó. Pero él, irritado, siguió diciendo “¡papá, te juro que tengo mucha rabia! Pedro no debió hacer eso conmigo. ¡Lo odio!”.

Su padre lo escuchaba con calma, pero el hijo seguía enojado: “Imagínate que el estúpido me humilló frente a mis amigos. ¡No acepto eso!”.

El progenitor se dirigió al garaje de la casa, de donde cogió un saco lleno de carbón. Entonces se dirigió al muchacho: “¿Ves esa camisa blanca que está en el tendedero? Hazte a la idea de que es Pedro y cada pedazo de carbón que hay en esta bolsa es un mal pensamiento que va dirigido a él. Tírale todo el carbón que hay en el saco, hasta el último pedazo”.

El niño lo tomó como un juego y lanzó los trozos de carbón. Pero como el tendedero estaba lejos, pocos carbones acertaron a la camisa.

“Hijo, ¿qué tal te sientes?”, preguntó el padre. “¡Cansado, pero mejor, papá! Mira, acerté algunos pedazos de carbón en la camisa”, replicó el chico.

El padre tomó al niño de la mano y lo colocó delante de un espejo. Estaba todo negro y solo se le veían los dientes y los ojos. “Hijo, la camisa quedó un poco sucia, pero no es comparable con lo sucio que quedaste tú”, sentenció el adulto.

Moraleja: El mal que deseas a otros se nos devuelve y multiplica en nosotros. Por más que quieras perturbar la vida de alguien con tus pensamientos, los residuos y la suciedad siempre quedan en ti. Cuida tus pensamientos, porque se transforman en palabras. Cuida tus palabras, porque se transforman en acciones. Cuida tus acciones, porque se transforman en hábitos. Cuida tus hábitos, porque moldean tu carácter. Y cuida tu carácter, porque de él dependerá tu propio destino.