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Atacames y Bunche celebran al mar con pesca deportiva y festivales gastronómicos
El Festival de Robalo en Atacames y el Festival del Camotillo en Bunche unieron deporte, sabor y tradición, fortaleciendo identidad y turismo
En Atacames y Bunche, la costa esmeraldeña volvió a convertirse en escenario de fiesta, sabor y tradición. El mar y la tierra, inseparables en la identidad de estos pueblos, dieron vida a dos celebraciones que mezclaron deporte, gastronomía y cultura, atrayendo a visitantes y fortaleciendo el orgullo local.
La brisa del Pacífico fue testigo de la emoción que desató el Festival de Robalo en Atacames, un concurso de pesca deportiva donde la adrenalina se mezcló con la paciencia del oficio. Desde muy temprano, los equipos lanzaron sus cañas al mar con la esperanza de lograr la captura más imponente.
Las olas parecían acompañar cada intento, y la expectación crecía en la orilla, donde familiares, curiosos y turistas seguían de cerca el concurso. El triunfo finalmente quedó en manos del equipo Caña y Carrete, cuyos integrantes celebraron con júbilo, levantando en alto su trofeo, símbolo de la pasión pesquera que corre por las venas del cantón.

Sabores del Pacífico: Bunche celebra el Festival del Camotillo
Unos kilómetros más al sur, en la parroquia Bunche del vecino cantón Muisne, el aroma de la cocina costeña se adueñó del ambiente. Allí, la comunidad celebró el 5º Festival del Camotillo, un encuentro que reunió a familias, cocineros y emprendedores locales dispuestos a conquistar paladares con recetas que rescatan la memoria gastronómica de la región.
Los platos, elaborados con ingenio y sazón, se convirtieron en un homenaje al mar y a los saberes transmitidos de generación en generación. Cada bocado era un viaje a la historia culinaria de Bunche, donde el camotillo, ese pescado pequeño pero sabroso, fue el protagonista indiscutible.

El festival no solo fue una competencia de sabores, sino también un espacio de encuentro comunitario. Niños corriendo entre las mesas, turistas probando nuevas combinaciones, cocineras orgullosas mostrando sus secretos y los jueces debatiendo con entusiasmo frente a platos coloridos y fragantes.
En estos dos escenarios, Atacames y Muisne se mostraron como lo que son: territorios donde la alegría se construye a partir de lo simple, donde el mar ofrece sustento y la gente lo transforma en celebración. El robalo y el camotillo, más que especies marinas, se convirtieron en símbolos de unidad, identidad y futuro.
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