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Templo de Santiago Apóstol Píllaro: Historia, fe y restauración
La festividad al patrón espiritual coincide con la celebración de la cantonización
La iglesia matriz del cantón Píllaro, en la provincia de Tungurahua, ubicada frente al parque central, se erige como el corazón espiritual de la comunidad. Desde hace más de siete décadas, este sobrio templo ha sido el refugio donde muchos buscan consuelo, milagros y esperanza.
Inaugurado en 1954 fue dedicado al Apóstol Santiago, patrono del cantón, cuya presencia ha sido un faro de fe para generaciones.
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Durante las festividades religiosas, especialmente en julio, cuando se celebra al patrono, esta casa de oración se convierte en epicentro de actos litúrgicos, procesiones, rezos colectivos y expresiones culturales en la localidad. Cada año, la fiesta del patrono coincide con la celebración de la cantonización, reforzando el vínculo entre la devoción y el sentido de pertenencia de la comunidad.
En esta ocasión, como parte de los 174 años de cantonización, entre los eventos que se iniciaron el 25 de julio, estuvo una procesión desde el redondel del barrio Resurgimiento la cual recordó el valor simbólico de esta fecha para la población.
Las celebraciones en honor al patrono del cantón, forman parte del calendario festivo local y congregan a habitantes rurales y urbanos en un espacio de reencuentro.
Uno de los actos más esperados de la festividad fue la arreada del ganado, una tradición ancestral que se conserva en Píllaro. Decenas de chagras bajaron con sus reses desde distintas comunidades como parte de una representación viva de sus raíces agrícolas y ganaderas. Esta práctica, heredada por generaciones, es vista por muchos como una forma de pedir bendiciones para la producción y los hogares.

Un compromiso de fe
Desde 2021, este símbolo religioso está siendo restaurado gracias a una iniciativa impulsada por el entonces vicario parroquial, Marco Gavilánez, que tuvo respuesta de la comunidad. Hombres, mujeres, jóvenes y adultos mayores han colaborado, convencidos de que restaurar su templo es también renovar su alma. Los feligreses han contribuido con rifas, donaciones y esfuerzo.
Entre esa labor de la restauración han brotado historias de compromiso y devoción como la de Paulina Ramírez, una creyente que vivió una dura prueba y en el templo encontró alivio. “Mi papá estaba muy grave… yo oré sin descanso porque mejore. Cuando sanó, supe que fue un milagro”, cuenta emocionada Paulina.
Como gratitud por la recuperación de su progenitor, Paulina decidió contribuir restaurando varias piezas artísticas. “Arreglé todas las imágenes. Era mi promesa”, dice. Lo hizo sin buscar aplausos, solo por fe.
Paulina dedicó un mes a reparar y pintar más de 20 representaciones bíblicas que decoran la estructura. Lo hizo con ayuda de su padre, quien elaboró nuevas estructuras de madera, Hoy, las figuras lucen restauradas como testigos de una promesa cumplida y de que la fe mueve montañas… y corazones.

Una iglesia que se renueva
La fachada actual conserva la torre con el tradicional reloj público, testigo silencioso del paso del tiempo y las oraciones. Pero es al ingresar al templo cuando se revela su alma artística. Al menos diez vitrales permiten el paso de una luz que ilumina el altar.
En sus costados, piezas de cerámica representan los últimos días de Jesús en la Tierra. Cada imagen, cada detalle, invita a la meditación.
Los trabajos de restauración del templo han embellecido el lugar. Se ha mejorado la iluminación, la acústica y otros detalles estructurales, siempre cuidando de no alterar su diseño original. La obra avanza alimentada por la esperanza y la colaboración de los feligreses.
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