El Día de la Madre, en la casa de la familia Lugo Rivas, en el sur de Esmeraldas, hubo una celebración sencilla: con abrazos, una oración en familia y agradecimiento a Dios por estar vivos. Ronny Alexander Lugo Rivas, de 23 años, había ido a la iglesia, como siempre lo hacía, pero cuando predicaba en la calle con una Biblia en la mano, a un grupo de niños, lo asesinaron.

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La voz de su madre aún retumba en las paredes del barrio Unidos Somos Más, en Codesa. “Él predicaba, hablaba con los niños sobre Dios... Él vivía para el Señor”, decía entre lágrimas, de pie en el lugar donde yacía su hijo.

En el Día de la Madre, la mujer vio su corazón partirse en dos. Le arrebataron a su hijo, sin misericordia. Ya no habría más abrazos, ni oraciones con Ronny en la iglesia

Pasadas las ocho de la noche. Ronny se encontraba con chicos del barrio, adolescentes de 12 a 15 años, y les hablaba del amor de Dios, de cómo cambiar la vida, de dejar atrás la violencia.

Una vida entregada a Dios

Unos sujetos en moto se acercaron y dispararon. El estruendo de los tiros ahogó las palabras de Ronny, quien cayó. Su Biblia se deslizó entre el polvo de la calle. A su lado, su sobrino de 13 años también sufrió heridas.

Ronny era el mayor de sus hermanos y desde los siete años asistía a la iglesia y con los balazos su voz se apagó. Los vecinos salieron. Las madres corrieron. El nombre de Ronny se repetía entre los gritos: ¡Ronny! ¡Ronny! Pero ya no había respuesta.

El padre de la víctima transforma el dolor en un acto de fe y decidió perdonar a quien atacó a su hijo. “Ellos tendrán que responder ante Dios y la justicia, pero yo no voy a cargar con esa oscuridad”, añade.

Estilista asesinado en el norte de Esmeraldas

Otra madre que tuvo un trágico regalo fue la de Ángel Jacinto Reina García, de 34 años, estilista, maquillador y diseñador de modas conocido como La Fideo. l ataque contra el integrante de la comunidad LGBTIQ+, se cometió en el barrio El Arenal, al norte de Esmeraldas.

Fue un trágico domingo 12 de mayo, cuando el reloj marcaba poco antes de las 10:00 am. Ángel, de 34 años, no tuvo tiempo de pedir auxilio. Dos disparos, tres, cuatro; luego, el silencio. Solo los gritos de su hermana, que llegó segundos después, rompieron la quietud de un Día de la Madre que se convirtió en una pesadilla.

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