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Quito

“El temor siempre está ahí”, dicen moradores que viven alrededor de cárceles de Quito
En El Inca, la calle de las Toronjas es bloqueada en cada amotinamiento y los negocios del lugar deben cerrar.
Armando Rivera lleva más de 30 años viviendo en el barrio El Inca, al norte de Quito, junto a un vecino poco común: la cárcel del mismo nombre. Él aún tiene claro el recuerdo de la matanza de 2022, cuando un enfrentamiento entre bandas dejó cinco muertos y varios heridos.
“Se escuchaban disparos, gritos... Desde la ventana solo veía cómo las ambulancias entraban y salían”. Aunque ha pensado mudarse, su casa y negocio están allí.
Carmen Simbaña, de 58 años, comparte la resignación. Cada amotinamiento la obliga a cerrar su tienda. “Vivimos en constante zozobra”, dice. Otro morador, que prefirió el anonimato, cuenta que cuando se instaló el penal allí, hubo protestas vecinales, pero fueron reprimidas.

En la calle de las Toronjas, los altos muros del centro penitenciario contrastan con la aparente normalidad de la zona. Los vecinos coinciden: su salida sería lo más adecuado.
Más al norte, en El Condado, la Cárcel 4 está frente a un centro comercial. “Aunque aquí esté tranquilo, el temor siempre está ahí”, admite David Argüello, comerciante del sector.
En Las Cuadras, al sur, funciona una casa de confianza para mujeres privadas de libertad, pero los vecinos denuncian que allí hay internas de alta peligrosidad. “Esto se volvió un punto rojo”, afirma Yolanda Guaña, del Frente Ciudadano por la Seguridad y la Paz.
La concejal Joselyn Mayorga advierte que un centro de privación de libertad no es compatible con el entorno urbano. “Hay un hospital, parques, escuelas, una universidad. ¿Cómo es posible que se mantenga allí un centro carcelario?”, cuestiona.
En 2024 el Concejo Metropolitano le pidió al Gobierno revisar la situación de los tres centros penitenciarios de Quito, pero hasta hoy no hay respuesta.