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Quito

La fritada que conquista a abogados en Quito: conoce a Pamela y su Tribunal
Pamela Pazmiño es la 'responsable' de engordar a abogados y fiscales. Le puso ese nombre a su kiosco porque está al pie de la Fiscalía de Pichincha
En una esquina bulliciosa del centro-norte de Quito, donde el tránsito se mezcla con las voces de los abogados que entran y salen de la Fiscalía de Pichincha, un quiosco metálico despide un aroma irresistible a fritada.
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Ahí trabaja Pamela Pazmiño, una joven de 26 años que no necesitó título para ser jueza del sabor. Su local, bautizado con picardía como ‘El Tribunal de las Fritadas’, se ha ganado el veredicto favorable de quienes lo visitan a diario.
“El nombre se me ocurrió porque por aquí hay muchos abogados y fiscales. Es una zona donde todo el mundo anda hablando de juicios, así que me pareció divertido llamarlo así”, cuenta con una sonrisa.
En el corazón de Quito
Pamela no llegó a este punto por casualidad. Antes de instalarse en la Juan León Mera y Roca, vendía mote en Cumbayá, pero los permisos municipales le complicaron el trabajo.
“No podía sacar el permiso y me quitaban el producto. Me vine a Quito y pasé por la Mariana de Jesús y 10 de Agosto. Tampoco fue fácil, hasta que logré sacar el permiso del kiosco y conseguir este lugar”, recuerda.
El quiosco lo compró usado, lo limpió y lo adaptó con sus propias manos. La carreta con la que empezó fue hecha por su suegro, y de su suegra aprendió los secretos de la fritada. “Ella me enseñó todo: a preparar, a servir, a tratar al cliente. Empecé ayudándole sin cobrarle un año entero, para aprender bien”, dice.

Un negocio que huele a esfuerzo
Pamela se levanta todos los días a las cinco de la mañana. Con la ayuda de una colaboradora a la que llama su “mano derecha”, pica las papas, prepara el mote y adoba la carne. A las ocho ya está lista para servir. Su jornada se extiende hasta las cinco y media de la tarde, de lunes a viernes.
En su menú hay platos desde $2 hasta $3,75, con opciones que incluyen fritada, chicharrón, riñón con tostado, mote, papa, choclo y queso. “Es al gusto del cliente. Algunos quieren solo papa o solo fritada. Aquí uno pide y se le arma lo que quiera”, comenta mientras revuelve la sartén.
La independencia como bandera
Pamela empezó a trabajar apenas salió del colegio. Tuvo una experiencia laboral que la marcó y la empujó a independizarse. “Trabajé para alguien y me dije: ‘nunca más’. Desde entonces quise tener mi propio negocio”, explica.
Con el apoyo de su esposo y de su familia, logró emprender. “Siempre me han ayudado. Sin ellos no habría sido tan fácil empezar. Mi suegra me enseñó el oficio. Todo esto es fruto de ese esfuerzo conjunto”.
A diario, abogados, fiscales, secretarios y vecinos del sector se detienen frente a su puesto. Algunos llegan por recomendación; otros, por el olor. “La gente pasa y me dice: ‘¡Qué buen nombre!’”, dice feliz.
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