La reciente fuga de Rolando Federico Gómez Quinde, alias Fede, de la Penitenciaría del Litoral, ha encendido las alarmas no solo por lo cinematográfico de su escape, en el que se presume que habría salido supuestamente vestido de militar y burlando controles todo tipo de controles, sino por lo que revela sobre el Estado ecuatoriano. 

Análisis de la fuga de alias Fede

Según Katherine Herrera, consultora política en seguridad pública, esto no es un simple error del sistema: es el reflejo de un Estado capturado por el crimen organizado. La experta, sostiene que Ecuador ha cruzado una peligrosa frontera: la que separa la legalidad de la ilegalidad. 

Con base a la experiencia de otros académicos en el área, ella explica que un Estado capturado ocurre cuando las instituciones públicas dejan de servir al bien común y comienzan a operar al servicio de intereses delictivos. 

La fuga de alias Fede sería solo el síntoma más visible de un fenómeno mucho más profundo en el que está enraizado el país en la actualidad. Desde 2020, distintos informes de organismos como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Insight Crime y la Fundación Panamericana para el Desarrollo han advertido sobre el colapso del sistema penitenciario ecuatoriano. 

Las cárceles están bajo control de bandas, la corrupción es estructural y los servicios básicos están tercerizados en mafias. Según Herrera, esto no es un Estado fallido: es un Estado que funciona, pero para el crimen organizado.

La fuga de alias Fede no fue un acto solitario ni improvisado. Según su análisis, fue posible gracias a una red de complicidades que incluyó el uso de uniformes oficiales, funcionarios corruptos, sistemas de control vulnerados y silencios institucionales. Esto evidencia no solo debilidad, sino una preocupante alianza entre crimen y burocracia estatal. Lo que está en juego es la legitimidad del Estado como garante del orden.

¿Falta de impunidad en Ecuador?

El concepto de “hibridación criminal del poder”, citado por la también experta en crimen organizado, describe el fenómeno en el que los actores criminales asumen el control de funciones esenciales como la seguridad, la justicia y la rehabilitación. Cuando esto ocurre, la impunidad deja de ser una excepción para convertirse en norma. Ecuador, advierte, ya estaría viviendo esa transformación hacia un narcoestado híbrido.

Uno de los puntos más graves que destaca el análisis es que en Ecuador la certeza de la pena está desapareciendo. La criminología, según Herrera, demuestra que no es la severidad del castigo lo que disuade al delito, sino la seguridad de que se impondrá y cumplirá. Con escapes como el de alias Fede, el crimen se fortalece, porque el castigo se vuelve evitable y el delito, rentable.

La experta plantea que sin una ruptura clara de las redes de complicidad entre el crimen y el aparato estatal, la seguridad será solo un espejismo. Para recuperar el control, el Estado debe garantizar que cada sentencia se cumpla y que las instituciones estratégicas vuelvan a manos del poder público. De lo contrario, el país seguirá caminando hacia un escenario donde las estructuras paralelas de poder sustituyen al Estado.

¿Ecuador es un narcoestado?

Para Herrera, la fuga de alias Fede es mucho más que una noticia de impacto: es el reflejo de un Estado debilitado por la cooptación criminal. La decisión de Ecuador es urgente: reconstruir su soberanía institucional o resignarse a convivir con un narcoestado. La certeza de la pena, más que un tecnicismo legal, es hoy el punto de quiebre entre el Estado de Derecho y el caos.

¿Quieres acceder a todo el contenido de calidad sin límites? ¡SUSCRÍBETE AQUÍ!