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En El Garrochal, los vecinos se organizaron para que el agua llegue a todos.GUSTAVO GUAMAN

Agua limpia se desperdicia en Quito: vertientes terminan en el alcantarillado

Durante la emergencia de agua, más de veinte vertientes naturales ayudaron a las familias. Vecinos piden no esperar otra crisis para aprovecharlas

El 10 de julio de 2025, un deslizamiento en el páramo del Antisana rompió una tubería clave del sistema que transporta agua desde la laguna de La Mica hasta la planta de El Troje.

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La emergencia dejó sin servicio a las parroquias de Chillogallo, La Ecuatoriana, Guamaní, Solanda, Quitumbe y Turubamba, en el sur de Quito. En los primeros días todo fue caos: los tanqueros no alcanzaban para abastecer a una población de al menos 400.000 personas. En algunos barrios, la espera para llenar un balde superó las cinco horas.

En ese contexto, las vertientes naturales reaparecieron —o mejor dicho, volvieron a ser vistas— como una alternativa comunitaria. Antes de la crisis, la mayoría de estas aguas terminaba en el sistema de alcantarillado. Miles de litros de agua limpia se perdían a diario, mezclándose con aguas negras.

El sur: fuente de vida

En El Garrochal, la asambleísta parroquial Verónica Nolivos y dirigentes barriales organizaron el acceso a una vertiente para evitar abusos. Según contó, la comunidad había solicitado desde hace dos años la intervención de las autoridades para recuperar el sitio, pero no hubo respuesta.

“Hemos exigido que lo recuperen, que no esperemos emergencias para poner atención”, reclamó. Durante la crisis, cientos de personas hicieron fila para lavar ropa y llenar baldes. EXTRA visitó cinco de estos ojos de agua, pero hay al menos 20 activos.

En San Martín de Porres, se metieron a los pozos de agua para abastecerse.RENE FRAGA

No todas las vertientes nacen en los barrios. Algunas son canalizaciones antiguas desde las faldas de las montañas, según explicó Rosa Calva, dirigente de Santo Tomás I: “Antes esto eran haciendas, y los dueños buscaban cómo regar. Desde que nació el barrio existe esta fuente de agua”.

Ninguna de estas vertientes está integrada al sistema público operado por la Empresa Pública Metropolitana de Agua Potable y Saneamiento (Epmaps). Consultada por este Diario, la empresa respondió que no son de su competencia. Desde el área de Comunicación añadieron que estas aguas no cumplen parámetros esenciales para consumo humano y, al ser superficiales, no son suficientes para abastecer a gran escala.

El concejal metropolitano Diego Garrido señaló que esta situación no es exclusiva de Quito. “Hay un descuido enorme de las fuentes de agua, que están a cargo del Ministerio de Ambiente”, afirmó. Aun así, considera que el Municipio sí podría intervenir en mejorar la infraestructura de lavanderías comunitarias o coordinar con el Gobierno Central para solicitar concesiones. “El proceso es largo y no podríamos emitir una ordenanza, porque el tema es competencia nacional”, explicó.

Trabajo vecinal para que todos tuvieran agua

En el barrio Santo Tomás I, una vertiente fue clave. Luis García, presidente del Comité Promejoras, indicó que el terreno es propiedad legal del barrio y ha sido mantenido por los vecinos. “El Municipio ni siquiera tiene conocimiento formal de esta vertiente”, aseguró.

En algunas de las vertientes, el Gobierno Nacional instaló potabilizadoras portátiles.GUSTAVO GUAMAN

Durante la emergencia, vecinos de otros sectores llegaron a abastecerse. “Aquí no podemos negar el agua. Tenemos niños, adultos mayores, personas enfermas. Se organizó el control con voluntarios. A nadie se le negó el paso”, dijo.

La vertiente alimenta una lavandería comunitaria operativa desde hace décadas, pero sin infraestructura formal para almacenamiento o tratamiento.

Memoria de las vertientes

Patricio Jaya, también habitante del sur, recordó que volvió a una práctica de su niñez: buscar agua en vertientes. “Casi 30 años después regresé al ojo de agua”, contó. Según él, cuando no se usa, el agua se desborda y termina en una quebrada.

Jaya y otros vecinos proponen que el Municipio instale infraestructura mínima: reservorios, tanques, filtros. “No es agua para beber, pero sirve. Con un tanque ya podríamos guardar algo en emergencias”.

Algunos vecinos aprovecharon el agua que iba a las alcantarillas.ANGELO CHAMBA

En varios casos, fueron los propios vecinos quienes reactivaron las vertientes. Algunas estaban cubiertas de maleza o escombros. La limpieza, la canalización rudimentaria y la vigilancia corrieron por cuenta de las comunidades. En ciertos barrios, la ubicación de los puntos de agua fue recuperada a partir de relatos de adultos mayores.

Advertencias sanitarias

Desde el inicio de la crisis, el Municipio advirtió que el agua de vertientes no debe usarse para beber ni cocinar, debido al riesgo de contener bacterias o microorganismos. Se recomendó hervirla o desinfectarla si se usaba para el aseo o utensilios.

Aunque su uso no fue autorizado, se toleró como medida de contingencia, mientras se restablecía el servicio. La planta de El Troje reanudó la potabilización el 23 de julio y, desde entonces, el agua comenzó a llegar progresivamente a los tanques del sur.

Lecciones para el futuro

La emergencia mostró que las vertientes, aunque excluidas del sistema formal, jugaron un papel clave. Vecinos como García y Jaya coinciden: urge una política preventiva. Proponen identificar, señalizar y equipar estos sitios con lo básico: filtros, techos, reservorios. No como solución permanente, sino como recurso de emergencia cuando el sistema convencional falla.

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