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¿Por qué deberías usar corchos en tu nevera? Descubre sus sorprendentes beneficios
Este truco casero con corchos puede hacer que tu nevera consuma menos energía y funcione mejor
La nevera es uno de los electrodomésticos más indispensables del hogar, pero también uno de los que más energía consume. Por eso, los trucos caseros para optimizar su funcionamiento se han vuelto populares. Uno de los más curiosos y efectivos es colocar corchos en su interior, una práctica sencilla que puede ayudar a ahorrar energía, reducir olores y conservar mejor los alimentos.
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El corcho, por su estructura natural y porosa, resulta ideal para este tipo de uso doméstico. Su capacidad de absorber la humedad y los olores lo convierte en un aliado perfecto para mantener la frescura de los productos almacenados. Pero, además, tiene otros beneficios que pueden sorprenderte.
Beneficios de colocar corchos en la nevera
Los corchos dentro del refrigerador facilitan una mejor circulación del aire frío y disminuyen el esfuerzo del motor. Al reducir el volumen de aire que debe enfriarse, el motor trabaja con mayor eficiencia y se logra un menor consumo eléctrico.
Esto se traduce en un ahorro de energía que puede notarse en la factura mensual. Además, los corchos actúan como moderadores del aire, distribuyendo el frío de forma más uniforme hacia las zonas que más lo requieren.
Cómo aplicar correctamente este truco casero
Poner en práctica este método es muy sencillo. Solo debes colocar algunos corchos en las estanterías o en los cajones con más espacio vacío, evitando bloquear las salidas de aire frío para no alterar el flujo interno. No es necesario usar demasiados: unos pocos corchos bien distribuidos son suficientes para obtener resultados visibles.
Eso sí, este truco no reemplaza el mantenimiento regular de la nevera. Es fundamental realizar limpiezas periódicas, descongelarla cuando sea necesario y revisar que las gomas de las puertas estén en buen estado para evitar fugas de aire.
Con el tiempo, los corchos pueden perder eficacia al absorber humedad o bacterias, por lo que se recomienda reemplazarlos cada mes o dos, o cuando se note que están saturados. Un pequeño gesto que, además de ser económico, puede prolongar la vida útil de tu electrodoméstico y mejorar el ambiente dentro de tu cocina.
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