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¿Es el noviazgo virtual una solución temporal a la soledad moderna? El caso Ecuador
El fenómeno del noviazgo digital se consolida como estrategia de compañía afectiva, pero expertos alertan sobre sus límites y riesgos emocionales
El noviazgo virtual ha experimentado un crecimiento notable en Ecuador, consolidándose como un mercado donde la compañía digital se monetiza. Este servicio permite a los usuarios recibir atención, afecto y conversaciones personalizadas a cambio de tarifas que oscilan entre 60 y 100 dólares por mes, acorde a un reportaje de este diario.
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Este auge refleja cómo la soledad moderna se convierte en una oportunidad económica, pero también plantea preguntas sobre la salud emocional de quienes participan.
Debate psicológico: alivio temporal o estrategia de transición
El psicólogo clínico Kevin Ubillús considera que el noviazgo virtual es un recurso temporal para lidiar con la soledad. “Es un alivio momentáneo que no resuelve el vacío emocional de fondo. La incertidumbre sobre la otra persona y la falta de contacto físico pueden generar dependencia y distorsionar la percepción de la relación”, señala a EXTRA.
Para Ubillús, la edad y la presión social son determinantes: mientras quienes están en sus veinte se enfocan en la exploración, los de treinta y cuarenta buscan proyectar vínculos significativos, aunque sea a distancia.

Por su parte, su colega, la psicóloga clínica Sharon Sumba, ofrece un matiz constructivo: el noviazgo virtual puede actuar como estrategia de transición válida en contextos de aislamiento, pandemias o dificultades para socializar.
“Si se utiliza como puente hacia relaciones presenciales o como complemento a vínculos existentes, puede ser constructivo. Si reemplaza completamente la interacción cara a cara, perpetúa patrones de evitación emocional”, advierte.
El contacto afectivo digital: ventajas y limitaciones
Ubillús subraya que la virtualidad provoca pérdidas afectivas: no existe contacto físico, comunicación no verbal completa ni experiencias sensoriales compartidas. Esto afecta cómo se viven emociones como la alegría, el enojo o la cercanía.
Sumba coincide en que, aunque las relaciones virtuales activan circuitos neurológicos similares a los de las relaciones físicas -liberando dopamina y oxitocina-, no sustituyen la “química” de la proximidad física ni la resolución de conflictos presencial.
Ambos entendidos destacan los riesgos de la dependencia emocional digital. Ubillús advierte que la virtualidad puede amplificar necesidades inconscientes derivadas de la infancia.
"Por ejemplo, uno está en un hogar disfuncional y entonces crece bajo peleas, insultos; bajo situaciones de violencia familiar y cuando se busca una pareja inconscientemente se está con alguien parecido al padre o a la madre, por estos objetos de amor que se da en la infancia. Entonces, ¿qué pasa?, se repite la misma historia porque uno ama como fue amado", explica.

Y agrega: "Sin embargo, uno puede tomar la decisión de amar diferente y cómo uno quiere ser amado. Es distinto reproducir el molde a quebrarlo y crear la versión que tu desees".
Si embargo, en su apreciación siempre en la virtualidad algo se pierde. "Es este contacto humano que busca también una relación: momentos de alegría, apasionados... de enojo. Por ejemplo, el enojo presencial es diferente al virtual. Es mucho más fácil decir: 'hablamos más tarde' y dejarte de responder el chat tres días, que cuando te va a dejar a la casa sin hablarte. La sensación es distinta", ejemplifica Ubillús.
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Más señales de dependencia a esta práctica
Sumba detalla a EXTRA que esto puede convertirse en una sustitución problemática si existen:
- Múltiples relaciones virtuales simultáneas como evitación del compromiso real.
- Deterioro en responsabilidades laborales, académicas o familiares por dedicación excesiva a relaciones virtuales.
- Síntomas depresivos o ansiosos cuando la conexión digital se interrumpe.
- Pérdida progresiva de amistades presenciales.
- Distorsión de la realidad sobre la naturaleza de la relación virtual
Beneficios potenciales cuando se integra correctamente
No todas las relaciones virtuales son perjudiciales. Ubillús afirma que, si se basan en amor genuino y proyectos a futuro, pueden sostenerse incluso a distancia. Pero también hay que tener cuidado. "Uno se puede dar cuenta de la dependencia, del estado de ánimo cuando quieren que lo llamen, le escriban, que esté presente; la distancia, de que mande fotos, la ubicación... Este tipo de persecución puede ser patológico", dice.
"También puede ser cuando una persona se siente mucho en falta y necesita compensar esa soledad o esas faltas con una relación para exigirle a tu pareja a que las suplas", acota.
Sumba agrega que, como complemento a relaciones presenciales o apoyo durante transiciones personales, la virtualidad puede fortalecer la autoestima, mejorar la resiliencia emocional y servir como entrenamiento social en contextos de aislamiento o distancias geográficas prolongadas.
"El impacto depende crucialmente de cómo se integre en el ecosistema relacional de la persona: Cuando funciona como entrenamiento social, apoyo durante transiciones difíciles o complemento a relaciones presenciales existentes puede ser potencial de fortalecimiento", explica.

Pero cuando se convierte en la única fuente de validación afectiva, generando dependencia emocional y reduciendo la resiliencia interpersonal "es un riesgo de vulnerabilidad aumentada".
Contexto ecuatoriano
En Quito, dos de cada diez anuncios de compañía digital ofrecen servicios de novias virtuales (GFE, Girlfriend Experience). Los precios promedio superan los 60 dólares mensuales y los encuentros presenciales rondan entre 40 y 50 dólares.
Esta expansión refleja cómo la demanda de afecto digital se ha consolidado, aunque los expertos coinciden en que la relación virtual no reemplaza completamente la interacción humana y plantea desafíos emocionales significativos.
El noviazgo virtual representa una estrategia válida para mitigar la soledad temporal, pero su eficacia depende de la intención y contexto de la relación. Los expertos consultados por EXTRA coinciden en que su abuso puede generar dependencia emocional y dificultades para interactuar en el mundo físico. Sin embargo, cuando se integra como complemento, puede fortalecer habilidades sociales y ofrecer soporte afectivo durante periodos de aislamiento, como se vivió en la pandemia del covid-19.
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