La expectativa por el Super Bowl 2026 ya comenzó a crecer, y no solo por la intensidad del partido que definirá al campeón del fútbol americano, sino también por el espectáculo de medio tiempo que promete Bad Bunny. Sin embargo, la noticia sobre la participación del artista puertorriqueño ha generado un inesperado debate político y social en Estados Unidos.

Corey Lewandowski, asesor del Departamento de Seguridad Nacional y figura cercana a la administración del expresidente Donald Trump, reveló que agentes de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) estarán presentes en el Levi’s Stadium de Santa Clara, California, durante la gran final el 8 de febrero de 2026.

Van en busca de personas ilegales

En declaraciones que generaron revuelo, Lewandowski enfatizó: "No hay ningún lugar donde se pueda brindar refugio a quienes se encuentran en este país ilegalmente. 

Ni en el Super Bowl ni en ningún otro lugar. Los encontraremos, los arrestaremos, los meteremos en un centro de detención y los deportaremos". Además, subrayó que esta situación es “muy real bajo esta administración”, diferenciándose de políticas previas.

La polémica se intensifica considerando que Bad Bunny ya había decidido no presentarse en Estados Unidos durante su próxima gira debido a preocupaciones sobre la presencia de agentes de inmigración, algo que él mismo mencionó públicamente al anunciar la suspensión de sus conciertos. 

El artista, sin embargo, manifestó entusiasmo por su participación en el Super Bowl, describiendo la experiencia como especial y personal: "Estuve guardando este secreto por tanto tiempo y se sintió muy bien. 

Me sentí tan emocionado, como la primera vez que le mostré el video a un amigo y vi su reacción, estaba súper emocionado. La playa donde grabamos es mi pueblo, así que es algo muy especial para nosotros".

El anuncio de Lewandowski genera un contraste entre la emoción por el show y las preocupaciones de seguridad y migración. Para muchos, la presencia de ICE en un evento cultural y deportivo de tal magnitud convierte al Super Bowl en un escenario inesperadamente político, donde la música y el entretenimiento se mezclan con la tensión sobre las políticas migratorias. 

La atención mediática ahora se divide: mientras los fanáticos esperan con ansias la actuación de Bad Bunny, la conversación pública se centra en las implicaciones de seguridad y control de inmigración en el espectáculo más visto del año.

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