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Ecuador

Al llegar a Bunche, una brisa salada acaricia el rostro de los turistas.LUIS CHEME

Descubre Bunche en Muisne, una playa para relajarse

Entre la brisa fresca y el murmullo de las olas, este balneario esmeraldeño es un paraíso que cautiva

En la parroquia Bunche, al sur del cantón Muisne, en la provincia de Esmeraldas, el tiempo parece tener otro ritmo. Apenas el visitante desciende del bus o de la lancha, una brisa salada acaricia su rostro, con el aroma intenso del mar mezclado con el de los manglares. Es un lugar donde la tranquilidad no se impone, sino que se filtra lentamente en los sentidos.

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“Uno llega aquí y siente que el cuerpo se suelta, que todo el estrés se queda en el camino”, comenta Marta Rodríguez, una turista quiteña que visita por tercera vez la playita de Bunche.

Desde una hamaca frente al mar, observa cómo el sol se desploma sobre el horizonte. “El atardecer aquí tiene otro color”, dice, mientras el viento le revuelve el cabello y el sonido de las olas acompaña sus palabras.

La calma parece casi sagrada. Los turistas caminan descalzos por la arena suave, sintiendo cómo la espuma del mar les moja los pies. El rumor de las olas se mezcla con el canto lejano de las aves y con el suave golpeteo de las hojas de los cocoteros. “Esto es lo que uno busca cuando quiere desconectarse del mundo”, asegura Roberto López, un viajero de Cuenca. “Por la noche, solo se escucha el mar”, añade.

En Bunche puede disfrutar del mar y conocer los manglares.LUIS CHEME

Un refugio para descansar

El ocaso llega lentamente, tiñendo el cielo de tonos violetas y dorados. Las sombras se alargan sobre la arena y las luces de las cabañas comienzan a encenderse una a una, como luciérnagas que anuncian la hora del descanso.

La brisa se vuelve más fresca. Desde los manglares cercanos llega un coro de grillos. En Bunche, la noche se desliza suavemente sobre el paisaje, envolviéndolo todo en una calma que invita al silencio y a la contemplación.

Quienes llegan a este rincón costero no solo encuentran un destino turístico, sino un refugio que se combina con la belleza natural y la calidez de su gente.

Platos a base de mariscos

En las cabañas de madera, los comuneros cocinan pescado recién sacado del agua. Las brasas crepitan y el aroma del ajo y el limón se mezcla con el perfume del coco rallado.

Luis Angulo, uno de los anfitriones del balneario, se enorgullece al hablar de su tierra: “Aquí todavía se come como antes, con productos frescos y sin apuro. El secreto es que todo se hace con cariño y mirando al mar. Por eso el ceviche de Bunche tiene su fama”, dice mientras sirve un plato de camarones al ajillo acompañado de patacones dorados.

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