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Ecuador

El tradicional cucayo que se sirve en los cementerios por finados con cuy, papas, motes, colada morada simboliza el respeto y la unión familiar en las comunidades indígenas.Yadira Illescas

En Tungurahua el cucayo se comparte al pie de las tumbas

En Salasaka, Quisapincha y Pilahuín, las familias preparan cuy, papas, guaguas de pan, mote y colada morada para honrar a sus difuntos.

Luis Masaquiza llegó desde temprano al cementerio de Salasaka. En sus manos llevaba el cucayo, la tradicional tonga envuelta en tela y hojas de achira, lista para compartir junto a la tumba de su hijo Pedro, fallecido en 2020 durante la pandemia del coronavirus.

Sobre la lápida colocó cuy, papas cocinadas, una guagua de pan y un vaso de colada morada. “Vengo cada año, temprano, para recordarlo con calma”, comentó mientras arreglaba las flores frescas.

Tradiciones que perduran

En los pueblos indígenas de Tungurahua, el Día de los Difuntos se vive con respeto, pero también con vida. Desde el amanecer, los cementerios se llenan de aromas dulces, risas, rezos y murmullos familiares. Las tumbas se convierten en mesas, y las familias en comensales del recuerdo.

En Pilahuín, Rosa Jerez llegó con seis de sus familiares. En las tumbas de sus padres y dos hijos colocó los platos preferidos de cada uno. “El año pasado no les llevamos comida, por eso hoy les dimos doble porción”, dijo mientras servía mote con cuy y colada morada.

El ambiente es distinto. No hay llanto, sino conversaciones suaves, niños corriendo y mujeres sirviendo la comida a propios e incluso hasta los extraños que se acerquen a compartir.

Luis Masaquiza acudió al cementerio de Salasaka y llevaba su cucayo para compartir en la tumba de su hijo.Yadira Illescas

Memoria que alimenta

Francisca Jimenes de Salasaka, explicó que esta práctica no busca alimentar espíritus, sino mantener la armonía familiar. “Cada plato tiene un sentido. Es una forma de recordar a los que partieron y seguir unidos como comunidad”, expresó.

En Quisapincha, Pilahuín y Salasaka la escena se repite cada 2 de noviembre. El cucayo se coloca con respeto al pie de las tumbas, acompañado de palabras, silencio y de fe de volverse a rencontrar. En las comunidades los cementerios se vuelven comedores abiertos donde la memoria tiene sabor a maíz morado y cuy dorado.

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