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Diario Extra Ecuador

Vendedora de papel de regalo en Quito: largas jornadas para que la Navidad llegue a casa

Desde la mañana hasta la noche, una vendedora espera que del 20 al 24 de diciembre las ventas alcancen para la comida y los regalos de sus tres hijas

En su pequeño puesto tiene de todo para cumplir con sus clientes y los regalos.

En su pequeño puesto tiene de todo para cumplir con sus clientes y los regalos.Matthew_Herrera

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A las ocho de la mañana ya está en su sitio. A veces antes. Se queda hasta que los locales cierran, cerca de las ocho de la noche.

Afuera de El Espiral, en el norte de Quito, una vendedora de papel de regalo pasa la Navidad de pie, bajo el sol o la lluvia, esperando que cada funda vendida acerque un poco más la cena y los regalos para sus hijos. “Aquí siempre he vendido”, dice Carla Camuendo.

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Comenzó a vender cuando tenía 21 años. Hoy tiene 28 y calcula que lleva casi ocho navidades en el mismo lugar. “Vengo especialmente en diciembre, para la gente que sale comprando regalos”, cuenta mientras acomoda fundas, vinchas y moños.

Del 20 al 24, la esperanza

No todos los días se vende igual. Ella lo sabe y lo repite sin rodeos: “Los días más buenos son del 20 al 24 de diciembre. Ahí sí ya viene la gente”, relata. Antes de eso, las ventas alcanzan apenas. “Cualquier cosita sirve, aunque sea para la comidita”, explica.

Ella no es la única, en la capital es común ver los pequeños puestos en las veredas de los centros comerciales. “A ver el papel de regalo, niña”, es la frase habitual.

Carla también aprendió a envolver regalos para dar mejor atención a sus clientes.

En la esquina de 18 de septiembre y Amazonas es muy conocida.

En la esquina de 18 de septiembre y Amazonas es muy conocida.Matthew Herrera

Doce horas sin moverse

Si llueve, no se va. “Tengo mi paraguas. Ya una está preparada para todo”, dice, como quien ya aprendió que el clima no puede ser excusa.

La mercadería la compra en el centro de Quito y luego vuelve a su punto habitual. En diciembre vende papel de regalo, diademas y adornos. El 31 de diciembre regresa para ofrecer caretas y accesorios de fin de año.

Aprendió sola

Nadie le enseñó. “Mi mamá no vendía, mis hermanas tampoco. Yo aprendí mirando”, recuerda. Así empezó, poco a poco, llamando a los clientes con frases simples: “Señorita, joven, señor”.

Todo lo que gana estos días tiene un destino claro. “Casi todos los años con esto les doy la Navidad a mis hijas y compartimos con mi familia”, cuenta. Tiene tres niñas, de 12, 11 y 4 años. Ellas pasan la tarde en una fundación, donde hacen sus tareas escolares y las alimentan antes de volver a casa. “Así estamos más tranquilas”, dice.

Mientras la ciudad corre por los regalos de última hora, ella espera. Cada venta es pequeña, pero juntas pueden hacer que la Navidad llegue a casa.

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