Un año después: así viven la Nochebuena los padres de los cuatro niños de Las Malvinas
Tras la muerte de sus hijos, la familia Arroyo Bustos encontró refugio en Dios y en una iglesia. La esperanza les ha sido devuelta con la llegada de un bebé

Luis Arroyo y Katty Bustos se dirigen a los asistentes a la iglesia, transmitiendo un mensaje de fe.
El 13 de diciembre de 2024, la familia Arroyo Bustos tomó una decisión que jamás imaginó tener que asumir: ese año no habría celebración de Nochebuena ni de Navidad.
La tragedia ya había marcado sus vidas. Para entonces, sus dos hijos mayores, Ismael (15 años) y Josué (14), estaban desaparecidos. La angustia, la incertidumbre y la desesperación se instalaron en el hogar. Y en medio del dolor, la familia encontró un único refugio: la fe.
La peor noticia llegó justo en Navidad
Los días avanzaban sin respuestas y la esperanza se sostenía apenas en la oración. Sin embargo, el golpe más duro llegó el mismo día de Navidad. El 25 de diciembre recibieron una noticia devastadora: los cuerpos de cuatro personas fueron hallados en un manglar de la parroquia Taura. Aunque en ese momento las autoridades no confirmaron oficialmente las identidades, el presentimiento fue inmediato y demoledor.
Ismael y Josué habían desaparecido junto a sus amigos Josué y Nehemías desde el 8 de diciembre. En lo más profundo, la familia temía que fueran ellos.
Este lunes 22 de diciembre, 16 militares fueron sentenciados: 11 de ellos a 34 años y ocho meses de prisión, mientras que los cinco colaboradores eficaces recibieron condenas de 30 meses. Un teniente coronel fue absuelto.
“Hasta el 2023 celebrábamos la Navidad como cualquier familia: la ropa nueva para mis hijos, los regalos, la cena. Pero ahora nada de eso tiene sentido”, expresa Luis Arroyo, el padre, mientras sostiene una Biblia entre sus manos. Su voz es serena, pero cargada de un dolor que no se apaga.
“Jesús está en cada parte y todos los días. Es Él quien me da la fortaleza para seguir adelante, para mantenerme de pie. A través de la palabra he encontrado consuelo”, añade.

Antes de iniciar la vigilia, Luis ora arrodillado.
Refugio en medio del duelo
Junto a él está su esposa, Katty Bustos, sentada en una silla dentro de una iglesia cristiana ubicada en la cooperativa Independencia, en el sector de la isla Trinitaria, al sur de Guayaquil. El templo se ha convertido en su espacio de refugio, oración y resistencia frente a una pérdida que transformó por completo sus vidas.
Para la familia Arroyo Bustos, la Navidad dejó de ser una fecha de luces y celebraciones. Hoy es un recordatorio del vacío, de la espera que se convirtió en duelo y de una fe que, aunque golpeada, se mantiene como el único sostén para seguir adelante.
Dios hizo justicia. Nunca dejamos de creer en Cristo, nunca perdimos la fe. Aunque la sentencia no nos devuelve a nuestros hijos”.
“Este 24 de diciembre, permaneceremos en vigilia desde las seis de la tarde hasta las seis del día siguiente. Es la forma en que podemos darle gracias a Dios. A pesar de nuestro dolor, es Él quien nos fortalece. Hubo momentos en los que por mi cabeza solo pasaba la idea de morir, pero Dios me levantó”, comenta Luis, antes de dirigirse a los asistentes de la iglesia y dar inicio al culto.
“Hermanos, pónganse en posición de batalla. Te damos gracias, Rey eterno; te damos gracias por la salud, por la oportunidad de estar aquí, por el amor infinito y por los alimentos en nuestra mesa”, predica, con la voz firme, mientras los feligreses lo acompañan en oración.

Katty Bustos agradece a Dios. Tiene aproximadamente tres meses de embarazo.
Embarazo les devuelve la esperanza
Su esposa, quien tiene aproximadamente tres meses de embarazo, lo escucha de pie, con una mano sobre su vientre, aferrada a la fe que la sostiene en medio del dolor.
“Este embarazo nos tomó por sorpresa. Mi hija de nueve años me dice: ‘Mamá, ojalá sean dos bebés, quiero dos ñañitos’. Ella aún no asimila la muerte de sus hermanos. Todavía no sabemos si será niño o niña. Todo lo dejamos en manos de Dios, quien nos devuelve un poquito de felicidad”, dice Katty con la voz entrecortada.
Luis recuerda que fue un hermano de sangre y, al mismo tiempo, un hermano en la fe quien los motivó a acercarse más a Dios a través de esta iglesia. “Hemos aprendido que Dios es bueno. Todo esto ha sido una transformación en mi vida espiritual. Antes, cuando no tenía a Cristo, tenía muchas falencias como ser humano”, reflexiona.
Ese camino de fe también fortaleció su relación como pareja. Tras más de 15 años juntos, Luis y Katty decidieron formalizar su unión. Se casaron por lo civil en julio pasado y, días después, celebraron su matrimonio eclesiástico.
Según los relatos conocidos por la familia, los hermanos Arroyo Bustos, Ismael y Josué, junto con Nehemías y Steven, habrían sido embarcados en dos patrullas militares y trasladados hasta Taura, donde (según versiones) fueron abandonados.
Hoy 24 de diciembre, el día para Luis y Katty inicia dando gracias a Dios, compartiendo con su hija y sus familiares más cercanos. A las 18:00 acudirán a la iglesia para la vigilia. Y el 25 de diciembre cumplirán una rutina similar, marcada no por celebraciones, sino por la oración, la memoria y una fe que, pese a todo, se mantiene en pie.

Uno de los padres de los menores de Las Malvinas relató cómo fue la aprehensión de los niños.
La tragedia que regresa cada diciembre
En la casa de Steven, la llegada de diciembre vuelve a abrir una herida que el tiempo no logra cerrar. Para la familia Medina, estas fechas significan regresar a los recuerdos más dolorosos: los de diciembre de 2024, cuando la Navidad se transformó en una vigilia marcada por la muerte de uno de sus hijos.
“Nada vuelve a ser igual”, señala su padre. Steven ya no puede compartir ni salir a jugar con sus hermanos y otros niños. “Ellos solo querían divertirse, jugar entre hermanos, pero no tuvieron esa oportunidad. Les acabaron la Navidad”, lamenta.
Pese al golpe, la familia intenta mantenerse en pie. “Con la bendición de Dios, sabemos que tenemos que aprender a convivir con este dolor. No es algo que se supere, pero se aprende a vivir con ello”, expresa. Su mayor deseo es que sus hijos conserven vivo el recuerdo de Steven tal como era: alegre, juguetón y lleno de vida.
Steven tenía 11 años y era el menor de cinco hermanos. Hoy, en el hogar quedan cuatro hijos (dos varones y dos mujeres) y una ausencia imposible de disimular, especialmente en Navidad.
“Quiero recordarlo así y que mis hijos también lo recuerden con alegría. Aunque su ausencia nos arranque lágrimas, me toca darles ánimo, hablarles de él y mantenerlo presente desde los recuerdos bonitos”, sostiene el padre.

Ronny Medina recuerda esta fotografía, captada días antes de la desaparición de Steven.
Este 24 de diciembre, la familia planea vestir a los niños y salir a pasear durante el día. Por la noche, como cada año, compartirán la cena en familia, conscientes de que será una Navidad distinta.
“Vamos a hablar de él, de cómo era, como si estuviera con nosotros. Será una Navidad triste, pero en unión”, dice. La conversación girará en torno a las once Navidades que compartieron junto a Steven, con la intención de que sus hermanos lo recuerden “bonito”, pese a la ausencia.
Una experiencia similar atraviesa Johanna Portocarrero, madre de Nehemías. Desde el año pasado, la Navidad dejó de celebrarse en su casa. Este es el segundo diciembre consecutivo marcado por el duelo.
Nehemías era el tercero de cuatro hermanos. El mayor falleció en un accidente de tránsito en 2013, una pérdida que ya había golpeado duramente a la familia.
“El año pasado pasamos la Navidad en audiencias. Fue muy duro, pero ahora es peor, porque el recuerdo duele más”, reconoce Johanna.
En ambos hogares, la Navidad dejó de ser sinónimo de celebración. Hoy es un tiempo de memoria, de silencios compartidos y de intentos por transformar el dolor en recuerdo, para que quienes ya no están sigan presentes, no solo en cada diciembre sino por siempre.