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Cada persona desempeña un rol. Hay parejas y solteros. Las parejas buscan solo placer sexual, hacen una pausa a lo sentimental cuando van a un encuentro.EXTRA.

Fiesta swinger en Guayaquil: dentro de un encuentro privado con 15 años de historia

EXTRA estuvo en una fiesta swinger en un spa de norte de Guayaquil, organizada por una comunidad que lleva 15 años realizando encuentros privados

Siete de la noche. Cielo despejado y una brisa hamaquea las hojas de los árboles de una vía importante del norte de Guayaquil. La temperatura en las calles se eleva ese viernes por las fiestas julianas, al igual que en el interior de una piscina donde doce personas (la mitad de ellas desnudas) saltan y chapotean, excitadas. Una coreografía descoordinada pero llena de placer, matizada por las luces verdes, azules y rosas que iluminan el spa clandestino donde ocurre esta escena.

Un hombre delgado los observa sin moverse. Lleva una mascarilla y, con la mano derecha, se toca los genitales lentamente, mientras una chica de bikini amarillo posa su trasero sobre el regazo de su esposo, un veterano. El enmascarado los contempla embobado, como si mirara la final del Mundial de Fútbol por televisión.

Del otro lado de la piscina, no todo es diversión

—Yo vine pensando que aquí iba a encontrar parejas… —dice Miguel, decepcionado.

Tiene 41 años y es chofer de una empresa. Bronceado, musculoso y calvo, posa sus ojos sobre el adulto mayor que lame profusamente el cuerpo de la mujer del bikini amarillo. Ella llegó en moto desde Machala junto a su esposo para conocer este spa donde se intercambian parejas.

Ahora solo hay dos mujeres retozando en el agua. Tres hombres se retiran al sauna. Entre paredes de madera y el olor a sales aromáticas, comienzan a gemir en voz baja. El flaco, que no deja de tocarse, los observa encantado. Sus dientes, tan blancos, brillan en medio de la oscuridad.

Sentado en el borde de la piscina y algo fastidiado, Miguel recuerda otras aventuras sexuales:

—Este spa lo encontré en internet. Es la primera vez que vengo. Ahí también conocí a una pareja. La señora era bien bonita, tenía como unos 50 años. Un día me dijo que para entregarse completamente a mí, yo tenía que ‘hacerle’ al marido. No quise. Todavía me hacen videollamadas desde la cama —cuenta.

La fiesta continúa. Suena ‘Waiting for tonight’ de Jennifer López en el ambiente. Alejándose de los dos hombres afro con quienes se toma fotos, el esposo de la machaleña se acerca a otra pareja, que bebe cerveza en silencio, sentada en el borde de la piscina.

—Mi esposa dice que te ves linda y que tu novio le da buena energía —les comenta. La pareja sonríe, nerviosa.

Con una cuarta ‘biela’ y después de la tercera sesión de ‘lengua’ que le propina el adulto mayor, la machaleña baila sola en medio de la piscina. Rubí, la masajista del spa, la acompaña. Dos mujeres de unos 30 años se menean al son de la música, con los pechos al aire y el cabello rizado cubriéndoles su espalda. Ríen mientras seis hombres con toallas rojas no les quitan los ojos de encima.

El juego tiene reglas y una de esas es no enamorarse.cortesía

A las ocho de la noche, la piscina comienza a vaciarse. La del bikini amarillo le grita a otra mujer, que viste traje de baño blanco:

—¿Y tú, te crees muy virgen que no hiciste nada? Si uno viene aquí es a ‘tirar’, no a ‘sapear’.

Su esposo intenta calmarla, sin éxito. Ella le arrebata el teléfono a la mujer tímida.

A las ocho y media, en el área donde se guarda la ropa, los dos hombres afro comentan con la pareja más recatada que solo fue a mirar:

—Esa chica está brava porque quería ‘comerse’ al negrito. El marido quería ‘hacerle’ a la masajista, pero no quería que la mujer esté con el negrito. Como no se ponen de acuerdo, nadie ‘tira’ —explica uno de los masajistas.

Llegan más parejas. Una mujer de caderas ‘tucas’ besa a su esposo, mientras otros dos los miran. El hombre que no habló con nadie y se tocó en silencio toda la noche se despide tímidamente. Rubí se desnuda en la recepción para ponerse un diminuto short de jean que se adhiere a sus muslos carnosos.

—No sé si pueda asistir a la fiesta de la próxima semana. Debo cuidar a mi madre —dice, secándose con una toalla el cabello que le cubre el trasero, mientras el encargado recoge zapatillas, toallas rojas y las llaves de los casilleros. Todo se va en un tacho, junto a un cartel que anuncia “Sexo en vivo y gang bang”.

A las nueve de la noche, las ganas de sexo empiezan a apagarse. El agua de la piscina se serena, los gemidos del sauna se disuelven en el vapor. Las parejas se visten y se marchan, luego de una excitante farra que arrancó a las diez de la mañana.

La comunidad del ‘sensei’​

El ‘sensei’, como llaman los miembros de una comunidad swinger al administrador del grupo, dirige una de las redes de intercambio de parejas más grandes de Ecuador. Maneja cuatro niveles de chats que agrupan a 5.500 personas interesadas en esta práctica.

“Empezamos hace quince años. Viajé a Brasil y vi lugares donde la gente se reunía para intercambiar parejas. Volví a Ecuador y empecé a buscar gente con ideas similares”, relata.

Una de sus palabras favoritas es ‘reglas’. Para él, son la base del placer consensuado entre parejas y solteros.

“Cada persona desempeña un rol. Hay parejas y solteros. Las parejas buscan solo placer sexual, hacen una pausa a lo sentimental cuando van a un encuentro”, cuenta el ‘sensei’, que comenzó su grupo con apenas cuarenta participantes.

Los solteros pueden tener encuentros sexuales con las parejas, siempre con consentimiento. No están permitidas las relaciones sentimentales. Cada participante paga 10 dólares por evento. Las reuniones se hacen en casas privadas. A las mujeres solteras bisexuales se las llama ‘unicornios’.

A diario ingresan de tres a cinco personas al chat de nivel cero, reservado para curiosos. Las reglas prohíben mensajes privados, mostrar rostros en imágenes sexuales y hablar de política, fútbol o religión.

El mundo swinger se basa en reglas claras de respeto, comunicación y consentimiento entre todos sus participantes.Referencial - Canva

“Para ser nivel tres, debes tener tres años asistiendo. Tenemos foros y exposiciones sobre las normas. Algunas parejas vienen, otras se van. Nos contactan sobre todo por WhatsApp. Cada dos meses hay megaeventos con hasta cuarenta parejas, más solteros y ‘unicornios’”, indica.

El ‘sensei’, que ya pasa de los 40 años, asegura que la mayoría de los hombres son quienes invitan a sus parejas, aunque actualmente también hay mujeres solas que se han unido pese a que sus esposos no comparten la idea. El grupo de WhatsApp para curiosos tiene 210 miembros.

El voyeur de los 264 ‘cuerpeos’​

Quince años en el mundo swinger le han dado a Luis, guardia de seguridad de 40 años y padre de cuatro hijos, muchas historias. Todo empezó con una fantasía. “Hace doce años ni sabía qué era esto, pero quería ver a mi esposa con otro. Al inicio me dijo que no, pero llevé a un amigo a casa y le pedí que se ponga un short pequeño. Ella se acostó con él. Y le gustó”.

Lo que comenzó como un experimento se convirtió en costumbre. En la actualidad comparten un celular exclusivo para agendar encuentros sexuales.

“Si ella quiere estar con alguien, me lo dice. A mí no me gusta que me vean, así que solo la veo. Al principio invitaba amigos a tomar. Ella se ponía ropa muy pequeña y se daban las cosas. Ahora usamos más Telegram y X”, aclara.

Luis graba a su esposa teniendo sexo con otros. Solamente sintió celos una vez, cuando ella insistía en invitar a su jefe.

“Me decía que no quería a otro, que solo lo quería a él. Conmigo no quería por atrás, pero con él sí. Al principio no me dejaban ver, pero luego accedió a un trío”, recuerda Luis, quien presume de haber estado con 264 personas. Lo tiene anotado en una libreta. (Gótica)

5 reglas básicas que suelen aplicar en el mundo swinger

  1. Consentimiento claro y mutuo. Ninguna interacción debe ocurrir sin el consentimiento expreso de todas las personas involucradas. Todo se conversa antes, sin presiones.
  2. Comunicación abierta. Las parejas deben hablar honestamente sobre sus límites, expectativas y deseos antes y después de cada experiencia.
  3. Respeto por los límites. Lo que se acuerda se respeta. Si alguien dice “no” o “stop”, se detiene de inmediato, sin cuestionar.
  4. Protección y cuidado. El uso de métodos de protección (como preservativos) es fundamental para la salud de todos los participantes.
  5. Discreción y confidencialidad. Las experiencias y datos personales de quienes participan no se comparten fuera del círculo, para proteger la privacidad.

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