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Opinión
Editorial: Así se espanta la inseguridad
Cuando la ciudadanía se organiza, aunque sea de manera espontánea, las cosas cambian
Tomar la calle y hacerla nuestra es el primer paso para que las ciudades vuelvan a sentirse vivas. Si la gente no se mete de lleno a cuidar lo que le pertenece, ningún reclamo, por más legítimo que sea, va a mover la aguja. De nada sirve quejarse de que las cosas van mal si seguimos mirando desde la vereda cómo el barrio o la ciudad se viene abajo.
Mientras en varios cantones las autoridades repiten que todo está “planificado” y “en marcha”, la realidad es evidente: el tráfico sigue igual de insoportable, los servicios básicos dan pena y los problemas se acumulan. Pensar que solo la prensa van a presionar para que algo cambie es lavarse las manos. La fuerza para enderezar el rumbo siempre ha estado en la gente.
Ahí está lo que pasó en la calle Panamá, en el centro de Guayaquil: sin llamados oficiales ni shows armados, la gente salió a bailar, a disfrutar y a recuperar un espacio que muchos daban por perdido por culpa de la inseguridad. Esa noche se demostró que cuando el barrio se mueve, el miedo se hace a un lado y aparece otra convivencia, más sana, más cercana.
Cuando la ciudadanía se organiza, aunque sea de manera espontánea, las cosas cambian. Las autoridades no pueden hacerse ‘los locos’ y el pueblo tampoco puede dormirse.