Ramiro ase mudó al cerro del Carmen, en el centro de Guayaquil, hace 20 años. En esa época debía caminar con precaución para no ser víctima de asaltantes, sobre todo en las noches, pues ese sector era conocido como una zona peligrosa. Desde entonces hasta ahora no ha tenido mayores contratiempos. Sin embargo, teme que los grupos criminales compliquen la situación.

A sus 52 años admite que la criminalidad no ha llegado a un punto crítico que lo obligue a mudarse, pero reconoce que, poco después de la pandemia de la COVID-19, en el cerro se vive una calma que, a ratos, deja dudas.

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Cuenta que, desde hace un poco más de tres años, la zona empezó a ser frecuentada por integrantes de un grupo delictivo cuyo objetivo es ganar influencia para el microtráfico. Asegura que, por ahora, no se ha conocido que esta agrupación cometa actos violentos contra residentes que no consuman ni vendan droga.

“Aquí no hay extorsiones, no hay nada de eso. Hay otra banda que se quiere apoderar del cerro del Carmen y están acabando con la gente que aquí expende drogas”, comenta.

Bandas criminales en disputa

El relato de Ramiro coincide con lo dicho el fin de semana pasado por el coronel Herbie Guamaní, jefe policial del distrito 9 de Octubre, tras el ataque armado que dejó tres muertos (una mujer y dos hombres) y cinco heridos la noche del sábado 8 de noviembre.

“Sabemos que en este sector operan dos GDO (grupos de delincuencia organizada): los Latin Kings y los Freddy Krueger, que se están disputando prácticamente el sector del cerro del Carmen”, mencionó.

Ante este pleito entre bandas, la Policía Nacional ha desplegado acciones para evitar que la violencia se expanda y cause más muertes. Según el archivo de EXTRA, entre marzo de 2023 y noviembre de 2025 hubo al menos cinco ataques armados en el cerro.

“Hemos tenido grandes detenciones de armas de fuego, armas largas, fusiles, pistolas; además de detenidos con droga, constantemente, en varios sectores del cerro porque tenemos personal las 24 horas”, detalló Guamaní, explicando las operaciones ejecutadas.

El oficial admitió que intervenir en el cerro es complejo por sus características: calles extremadamente estrechas, pendientes pronunciadas, callejones con escalinatas empinadas y angostas, y accesos limitados. “Tenemos casi cuatro accesos al cerro. En su interior está dividido en pasajes que cruzan de un lado al otro. Eso dificulta la labor policial. Pero estamos presentes, realizando operativos y seguiremos haciéndolo”, recalcó.

Temen que aumente la criminalidad

Ramiro teme que, mientras continúen estas disputas, aumente el riesgo de que personas ajenas al conflicto mueran en medio de las balaceras.

“Los fines de semana es habitual que en algunas zonas del cerro haya gente tomando. Ellos están en lo suyo y los que no tenemos que ver no nos metemos. Pero imagínese que lleguen a balearlos y a alguien que vaya pasando le den un disparo”, comenta preocupado.

El recuerdo de lo sucedido el sábado 8 de noviembre refuerza su temor: las víctimas estaban libando afuera de una vivienda y, según Guamaní, aunque se les pidió que se retiren, no lo hicieron. Poco después ocurrió el ataque.

Ramiro asegura que, pese a la disputa, los residentes “no son tocados”. No han sido amenazados, extorsionados ni obligados a colaborar. Pero temen que eso pueda cambiar de un momento a otro.

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“Aquí casi no hay muchos robos, porque a quienes los cometían la banda que dominaba los ha asesinado. Ahora, si otra banda quiere apoderarse, nadie sabe quiénes son ni con qué van a salir después, qué nomás podrían hacer”, dice, admitiendo que la mano criminal ha penetrado tanto que, aunque la gente no está de acuerdo, se conforma con que las balaceras no cobren víctimas inocentes.

Se requiere operativos masivos

El experto en seguridad y exgeneral de la Policía Nacional, Abraham Correa, señala que, aunque los índices de criminalidad en el cerro del Carmen no son tan altos, sí representan alertas que pueden ir en aumento y deben frenarse.

Añade que el cerro es estratégico por su ubicación, pues conecta con otras zonas y tiene sectores recónditos que funcionan como escondites para grupos criminales.

A su criterio, estas condiciones ameritan intervenciones policiales con un amplio contingente, “como las que se hicieron en el cerro Las Cabras, en Durán, rodeando toda el área y cubriendo puntos claves en el interior para no dar oportunidad a escapes. Deben ser operativos constantes para cortar de raíz la permanencia de bandas”, explica.

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