La tarde del 15 de octubre, la Universidad Central del Ecuador, ubicada en el centro norte de la capital, se convirtió en escenario de caos y represión. Lo que inició como un plantón pacífico frente al ingreso principal del campus derivó en horas de persecución, gases lacrimógenos y miedo. 

El relato de un estudiante afectado

Así lo relata un estudiante foráneo de Santo Domingo que participó en la concentración. Según su testimonio, el plantón empezó cerca de las 15:00 con consignas y pancartas en rechazo a las políticas del Gobierno, sobre todo, la eliminación del subsidio al diésel. 

Minutos después, los manifestantes decidieron marchar hacia la morgue, en la Mariana de Jesús, para acompañar a los familiares de uno de los manifestantes que murió luego de recibir un balazo en Otavalo, pero fueron interceptados por uniformados que rodearon el sector desde la avenida América y el sector conocido como La Piedra. 

“Nos iban a encerrar… nos iban a hacer un sándwich”, dice el joven. En ese momento comenzó la represión con bombas lacrimógenas, agua a presión, y las puertas de la universidad cerradas. No había por dónde escapar, según comentó el estudiante.

Él recuerda que, al intentar refugiarse dentro del campus, las bombas seguían cayendo incluso desde los alrededores de las facultades de Filosofía y Trabajo Social. “Nos tiraban gas hacia adentro, hubo compañeros casi desmayados, la brigada médica trataba de ayudar, pero también los atacaban”, relata. 

Denuncia de infiltrados

En medio del humo, la confusión creció con rumores de infiltrados y la presencia de un vehículo rojo sin placas que habría ingresado momentáneamente al recinto. EXTRA consultó a la Policía sobre esta situación, pero hasta el cierre de esta nota digital no hubo respuesta. 

“Fue un caos total, con miedo, rabia y gente corriendo sin saber a dónde”, resume el universitario. De acuerdo con reportes de defensores de Derechos Humanos, esa jornada terminó con varios heridos, dos detenidos y denuncias de violación a la autonomía universitaria.

Además, la Fundación INREDH calificó los hechos como “represión desmedida” y exigió una investigación inmediata. La Universidad Central, por su parte, rechazó la irrupción policial y recordó que sus instalaciones fueron declaradas zonas de paz.

“Esa noche muchos pensamos que no íbamos a salir”, confiesa el estudiante. “Nos reprimieron por más de cuatro horas, pero logramos salir juntos, ayudándonos unos a otros. Lo que pasó rompió completamente con la autonomía universitaria. La Central se convirtió en un campo de guerra”.

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