Lee Jae-myung, líder del opositor Partido Democrático, ha sido electo presidente de Corea del Sur, marcando un giro significativo en la política del país tras una campaña cargada de tensiones sociales y expectativas de cambio. 

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De la fábrica a la presidencia

La historia personal de Lee Jae-myung ha resonado profundamente entre los votantes. Nacido en 1963 en Andong en una familia pobre, trabajó desde los 12 años en fábricas para ayudar a sostener a su hogar. A los 13 años sufrió un accidente laboral que le dejó secuelas físicas, pero eso no impidió que continuara sus estudios. Se graduó como abogado y dedicó su carrera a defender a trabajadores y ciudadanos comunes, enfrentando a poderosos conglomerados y casos de corrupción.

Esta biografía de superación lo convirtió en un símbolo de lucha social, muy valorado por sectores progresistas y por votantes jóvenes que buscan un modelo de liderazgo alejado de las élites tradicionales.

Promesas de reformas profundas

Durante su campaña, Lee presentó un ambicioso programa orientado a reducir la desigualdad económica, expandir el gasto social y reformar los grandes conglomerados industriales, conocidos como chaebols. Propone una renta básica universal, impuestos más altos para los más ricos y una política más agresiva contra la especulación inmobiliaria.

En lo internacional, promete adoptar una política más autónoma respecto a Estados Unidos, y reactivar el diálogo con Corea del Norte, privilegiando la diplomacia y la estabilidad en la península coreana.

Un mandato que comienza con urgencia

La elección anticipada fue convocada luego de la destitución del expresidente Yoon Suk-yeol, tras su controvertida declaración de ley marcial y acusaciones de autoritarismo. Lee asumirá de inmediato, sin el tradicional periodo de transición, lo que plantea desafíos organizativos pero también le brinda una plataforma para actuar con rapidez.

Gracias a que su partido mantiene mayoría en la Asamblea Nacional hasta 2028, Lee podría impulsar su agenda legislativa con relativa fluidez, aunque no se descartan tensiones con sectores conservadores y empresariales.

Desafíos inmediatos: economía, seguridad y unidad nacional

El nuevo presidente hereda un país polarizado, con un crecimiento económico ralentizado, tensiones geopolíticas en aumento y una ciudadanía con altas expectativas. Uno de sus principales retos será conciliar sus propuestas progresistas con la necesidad de mantener la estabilidad fiscal, así como lograr avances diplomáticos con Corea del Norte sin perder el respaldo de Estados Unidos.

A nivel interno, deberá construir puentes con sectores más conservadores, en un país donde las divisiones políticas han alcanzado niveles preocupantes en los últimos años.

La llegada de Lee Jae-myung a la presidencia representa no solo un cambio de administración, sino también una nueva dirección para Corea del Sur en lo económico, social y diplomático. Su perfil disruptivo, su historia de vida y su propuesta reformista configuran un nuevo capítulo que podría marcar el rumbo del país durante la próxima década.

Ecuador y Corea del Sur: una relación en expansión

Ecuador y Corea del Sur mantienen relaciones diplomáticas desde 1962, basadas en la cooperación bilateral, el comercio y el intercambio cultural. En los últimos años, esta relación ha tomado un nuevo impulso con la firma de acuerdos estratégicos, entre ellos un tratado comercial que permitirá que cerca del 98% de la oferta exportable ecuatoriana, incluyendo camarón, banano, cacao y productos del mar, acceda al mercado surcoreano con beneficios arancelarios. Además, Corea ha apoyado a Ecuador con asistencia técnica en áreas como energía, salud e innovación en sistemas financieros públicos.

El vínculo también se fortalece en el ámbito educativo y cultural, con la entrega anual de becas a estudiantes ecuatorianos y una creciente presencia de la cultura surcoreana en el país andino. La elección de Lee Jae-myung como nuevo presidente surcoreano podría abrir oportunidades para profundizar esta relación, especialmente si su gobierno prioriza una diplomacia más activa con América Latina y el fortalecimiento de alianzas económicas sostenibles.

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