El camino hacia Playa África (4 kilómetros desde Montalvo, cantón Rioverde, Esmeraldas) es una transición de lo conocido a lo indómito. Apenas se toma el desvío, cerca del segundo puente, el paisaje cambia inmediatamente. El lastre cruje bajo las llantas, levantando nubes de polvo, mientras en el bosque húmedo tropical se abre brechas por donde se cuela la luz.

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En diez minutos se llega a la playa, aunque la sensación es de un viaje más largo, hacia un sitio remoto donde las montañas guardan secretos de piedra, cerámica y mito. A primera vista, Playa África parece un secreto, un nombre que viaja entre montañas húmedas y palmeras que se arquean sobre la arena gris.

Al llegar, el visitante siente el aroma salobre del mar que se mezcla con la fragancia tibia de la vegetación seca, un oleaje profundo y pausado que retumba en los peñones, el graznido agudo de una fragata y el zumbido de los insectos.

Escenario de leyendas 

La playa de un kilómetro se abre hacia el horizonte con una belleza cruda, casi primitiva: aguas verdes y semiturbias, cangrejos azules que se apresuran entre el mangle.

Al sur, una loma con una casa rústica de madera señala un punto clave: las Cuevas de León Valdez, que en sus cavidades húmedas, la luz crea reflejos dorados que avivan leyendas de túneles construidos hace 9.000 años, por aborígenes que buscaban oro o refugio.

Gastronomía basada en mariscos

La vida diaria se despliega ante los ojos del viajero: pescadores reparan redes a la sombra de las palmeras; niños que corren dejando huellas que el mar borra; marisqueros ofrecen platos sencillos cargados del sabor del Pacífico.

En Bocana de Ostiones, un poblado vecino, los aromas se multiplican. El ceviche con el sabor tradicional del mar, arroz con mariscos, un clásico de la Costa, y otros platos, resumen la identidad gastronómica del norte esmeraldeño.

La playa, bosque, leyendas y comida hacen de Playa África un refugio secreto en el norte esmeraldeño.

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