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Las 3M de Guayaquil: La mamita, madrecita y mamazota

En la cooperativa Cañaveral, noroeste de Guayaquil, habitan Mami Lu, la más querida del sector; Brigith, la más deseada; y Marisol, el motor del barrio. Progenitoras admirables

madres de cooperativa Cañaveral
Amor, servicio y belleza son las características de las mamitas de la cooperativa Cañaveral.Christian Vinueza / EXTRA

Un sendero pedregoso es la pasarela de Brigith Valarezo (26 años), quien con gran destreza camina con tacones en ese terreno irregular. Y en su andar va escuchando varios piropos.

La vinceña, criada en Guayaquil,  tiene un espectacular bronceado que no la obtuvo en la playa, sino en su lugar de ‘camello’: las calles. Ella es vendedora de frutas, aunque algunos compradores solo se acercan para contemplarla.

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Brigith admite que nunca está desarreglada, ni en su casa. Es más, hasta para salir a comprar a la tienda va maquillada, con su top, minifalda o short (este último es su prenda preferida). Y si tiene tiempo, hasta pestañas postizas se pone.

Los conductores de bus la quieren llevar gratis, al igual que los tricimoteros, quienes se pelean por movilizarla.

Si se produjera un terremoto, a ella no la sorprendería ‘en roja’, pues siempre está regia. Es que su lema es “antes muerta que sencilla”. Manifiesta que puede ser pobre, pero no por eso andará como María la del Barrio.

madres de cooperativa Cañaveral
Para mantener su figura, Brigith no consume grasas y hace mucho ejercicio.Christian Vinueza / EXTRA

Como vive en una especie de loma, tiene que bajar hasta la principal de su cooperativa para ir a trabajar, y en el trayecto nunca falta un ‘boca abierta’ que se tropieza por contemplarla, o motorizados que casi se estrellan por babosos.

La madre de tres niños (de 5 y 2 años y un bebé de 6 meses) cuenta que le dicen la Malvada. “¿Será porque los mato con la indiferencia? Unos me piden mi número; otros quieren que sea la madre de sus hijos, pero ya me ligué”, ríe.

Su vecina Lorena la bautizó como la Rica y Deliciosa, pues señala que muchos quieren ‘meter carpeta’, pero que ella no está ‘cogiendo personal’. “No nos llames, nosotros te llamamos”, dice carcajeándose su amiga.

“¿Qué culpa tengo de que Dios me haya dado esta pinta? Los hombres se 'pegan' como moscas y de la misma forma los espanto, como moscas".Brigith Valarezo, mamazota

La oriunda de París Chiquito se arregla para sí misma, no para buscar pareja. “Eso se llama amor propio. No por ser madres debemos de estar en las últimas”.

Se considera un mujerón, no solo por la pinta, sino porque ‘se saca la madre’ para mantener a sus pequeños. Trabaja de 06:00 a 17:00, luego recoge a sus hijos en la casa de un familiar, llega a cocinarles y a hacer tareas con el mayor de ellos, José, el hombre de su vida, el que la hace suspirar.

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Los sábados, la 'pípol' y Marisol (blusa roja) se van de minga.Christian Vinueza / EXTRA
  • La mamá de los pollitos deja su ‘nido’ para servir

Marisol Chávez, de 41 años, es mitad machaleña y mitad guayaquileña, pero 100 % ‘cañaveraldeña’, pues hace seis años se desvive por su cooperativa; es más, la llaman la ‘mamá de los pollitos’, pues es muy colaboradora con su vecindario.

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Si alguien está enfermo, ella sale ‘soplada’ para sacarle una cita médica, lo acompaña o si necesita que le ponga un suero o una inyección, allí está ella, presta a ayudar, pues tiene conocimientos de enfermería.

Asimismo, comenta que se mete a varios cursos de fundaciones para estar ‘papelito’ y servir mejor. Y si sale de su residencia, por teléfono sigue gestionando si es que se presenta alguna emergencia.

Es de las que ‘mueve’ al barrio a hacer las mingas de limpieza; también organiza las fiestas de la zona: las navidades, el Día de la Madre, entre otras. Pide colaboraciones, y si le toca poner de su bolsillo, lo hace sin chistar.

También la gestión de Marisol ha hecho que se cambien varias cañas que servían como postes de luz por estructuras de cemento. Las primeras ponen en riesgo de incendio a sus cinco manzanas.

Hasta ahora ha logrado que cuatro postes principales sean sustituidos. “Me tocó poner un dinero de mi embarazo, y lo hice con mucho gusto, pues así mejora la zona”.

En cuanto a la seguridad, ‘pela sus pepas’ y, cuida las casas de sus ‘vecis’ y ellas le retribuyen el favor. También se ‘saca la madre’ para bendecir a las familias que han sufrido de un flagelo. A través de fundaciones les busca contribuciones de comida, ropa, lo que se pueda, con harto amor.

Afirma que cuenta con el apoyo de su esposo y de su familia, quienes nunca les reclaman por el tiempo y el billete que le dedica a la cooperativa. Cerca de 500 familias están bajo las alas de esta ‘mamá gallina’.

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Sus hijas adoptivas le llevan comida, medicina y la visitan.Christian Vinueza / EXTRA
  • Sus vecinos son sus hijos, adoptados en el corazón

Su nombre, Luz, es lo que ella representa, pues con sus consejos ha ‘iluminado’ a varios vecinos. “Estudia, mijito, no me metas en problemas ni malgastes tu vida”.

Ella ama tanto a la ‘pípol’ de su sector (la cooperativa Cañaveral), que la considera su familia. Luz Edén Preciado, de 67 años de edad, es muy cariñosa, de hablar dulce, es un ‘imán’ para los moradores.

Es que hasta su fisionomía la favorece, sus brazos grandes y robustos, más su cara tierna y amigable, la hacen ‘abrazable’, cual oso de peluche.

La mujer de 1,60 metros se asoma por la ventana de su casa (esquinera), en cuyo interior hay un frondoso jardín. De lejos se oyen varios: “Hola, Mami Lu”. Lo dicen motorizados, gente en bicicleta, transeúntes. Todos se desgañitan para saludar a la colombiana, quien tiene 22 años en Ecuador.

Es que ella va dejando corazones por sectores. Lo mismo pasó en su antigua barriada, en Letamendi y la 30 (suburbio), allí también fue la más querida.

A la mujer afrodescendiente la quieren por su gran corazón; ella perdió a su único hijo, pero sus vecinos llegaron a su vida para ocupar su lugar.

“Ellas son mis hijas”, manifiesta, mientras abraza a Sofía Flores (51 años) y a Diana Peralta (23), sus ‘vecis’. “Por ellos (los moradores), yo como. Desde la pandemia vivo sola, ya no trabajo y estoy enferma de la columna y de los huesos. Ellos me traen medicinas y alimentos”, manifiesta con gratitud.

“Si yo como y ella no, no puedo comer, siempre le traigo sus alimentos. Ella se hace amar. En pandemia casi se nos va, ¿qué sería del barrio sin nuestra Mami Lu? La ayudaremos siempre”, concluye Sofía, su hija adoptiva, no en papeles, sino en el corazón.  

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