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El papel olvidado de las órdenes religiosas en la independencia del Ecuador
Órdenes como la de La Merced dejaron una huella silenciosa pero decisiva. Desde votos radicales hasta campanarios convertidos en armas
Las órdenes religiosas jugaron un rol silencioso pero decisivo en el proceso de emancipación ecuatoriano. Aunque pocas veces se las menciona en la historia oficial, su influencia —directa o simbólica— se sintió en la vida de los precursores, en los espacios de discusión y en la formación del pensamiento emancipador.
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La influencia espiritual en la independencia
Para la investigadora histórica Rina Artieda, experta en patrimonio quiteño, la participación de algunas órdenes no debe subestimarse. “La historia no solo se hizo en la Audiencia o en las plazas. También se pensó en los conventos, en las capillas, en los vínculos humanos y espirituales que forjaban los ideales de libertad”.

Entre ellas destacó la Orden de la Merced, que profesa un voto adicional a los de pobreza, castidad y obediencia: el voto de redención de cautivos, es decir, dar la vida a cambio de la libertad de otro. Ese principio, más que un acto espiritual, dialogaba directamente con los ideales de quienes buscaban romper las cadenas coloniales.
Quito, una ciudad en tensión
A fines del siglo XVIII, Quito era un hervidero contenido. En menos de un kilómetro cuadrado convivían la Real Audiencia, el Cabildo, la Universidad, librerías y al menos cinco grandes iglesias coloniales. Entre sus calles, Eugenio de Santa Cruz y Espejo publicaba panfletos, denunciaba injusticias y cultivaba su espiritualidad.
En su testamento pidió ser enterrado con el hábito mercedario, junto a su confesor, el sacerdote Francisco de Jesús Bolaños. “Esa necesidad de terminar la vida con el hábito mercedario dice muchísimo de la cercanía y de la confianza que Espejo tuvo con esta orden”, afirma Artieda.
Sucre y la Virgen de la Merced
Décadas después, Antonio José de Sucre se encomendó a la Virgen de la Merced antes de la batalla de Pichincha, prometiendo misas, novenas y vestuario. Ganó y cumplió su palabra. Para Artieda, ese vínculo espiritual fue clave incluso en la victoria de Ayacucho.

La investigadora recuerda que, más allá de las fechas emblemáticas del 10 de agosto, 24 de mayo o 9 de octubre, hubo silencios decisivos: donaciones de campanarios para fabricar armas, bibliotecas escondidas y reuniones clandestinas en conventos. De ahí que la mayoría de los campanarios coloniales que vemos hoy sean reemplazos posteriores a 1800.
Claustros y pensamiento emancipador
Jesuitas, dominicos y mercedarios contribuyeron a forjar ideas libertarias desde sus claustros. Los jesuitas formaron a generaciones de criollos críticos antes de su expulsión en 1767; los dominicos debatían sobre derecho natural y desobediencia al tirano; los mercedarios sostenían un voto radical que inspiraba a los independentistas.
Incluso, en la casa parroquial de El Sagrario vivió Manuela Cañizares, quien la noche del 9 de agosto de 1809 animó a los patriotas a iniciar la revolución.
La Merced, testigo de la historia
Hoy, la iglesia de La Merced se mantiene en el centro de Quito, custodiando historias poco contadas. En su capilla de San José reposa Eugenio Espejo. Es la única iglesia del país con un altar dedicado a la patria y conserva pinturas donde la Virgen de la Merced aparece protegiendo batallas.

La advocación mariana es la más antigua del Ecuador y ostenta títulos como Primera Colona de Quito, Generalísima del Ejército, Patrona de Quito, Patrona del Litoral Ecuatoriano y Patrona de las Cárceles.
La Cofradía de los Duendes
Artieda, parte del colectivo La Cofradía de los Duendes, impulsa recorridos para contar el “otro lado” de la historia. El 9 de agosto, la iglesia de La Merced fue parte de uno de estos recorridos, recordando que la independencia se forjó en muchos espacios, no solo en los escenarios oficiales.
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