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Ecuador

La bruja Chabelita: La leyenda que aún vive en el cementerio de Ambato
Chabelita, como era conocida, usaba sus poderes para hacer el bien. Más de 100 años después, siguen dejándole ofrendas
El Cementerio Municipal de La Merced, en Ambato, es mucho más que un camposanto. Fundado a mediados del siglo XIX, sus mausoleos y esculturas de mármol son testigos de más de 150 años de historia.
Allí descansan personajes emblemáticos de la capital de Tungurahua, pero también leyendas que se niegan a morir. Entre ellas, una historia se levanta sobre las demás: la de Isabel Peralvo, fallecida el 24 de mayo de 1921, recordada por muchos con un nombre que todavía estremece: la bruja Chabelita.
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Flores infaltables
Desde su muerte, los cuidadores del camposanto aseguran que su tumba jamás se ha visto vacía. Siempre hay flores frescas, monedas, joyas e incluso billetes. Nadie sabe con certeza quién las coloca, pero cada día llegan familias, curiosos, devotos e incluso extranjeros.
Algunos aseguran que Chabelita fue una de las llamadas ‘brujas blancas’, es decir mujeres que usaban su poder para hacer el bien.
La describen como alguien que ayudaba con remedios, favores y consejos, y que jamás causó daño. Tal vez por eso, más de un siglo después, sigue recibiendo muestras de gratitud.
Símbolos misteriosos
Lo que más llama la atención no son solo las ofrendas, sino los símbolos que adornan la tumba. Su cruz está rodeada por una serpiente y, bajo ella, descansa una calavera. Ambos elementos son inusuales en un cementerio católico y alimentan la imaginación de los visitantes.

Durante décadas la tumba estuvo pintada de negro, lo que aumentaba su aura de misterio. Apenas hace cinco años fue pintada de blanco, aunque el cambio no consiguió restarle magnetismo. Al contrario, hoy resalta aún más entre las demás, como si nunca quisiera pasar desapercibida.
Leyenda viva
Los vendedores de flores que trabajan en la entrada del cementerio lo confirman: todos los días alguien pregunta por la tumba de la bruja Chabelita.
Algunos llegan con la intención de pedir un favor; otros, solo para dejarle flores “porque siempre le gustaron”.
Los guardias del camposanto cuentan que en más de una ocasión han visto personas rezando en voz baja o dejando cartas. “Dicen que si uno le pide algo con fe, ella responde”, comenta uno de ellos, como si hablara de una presencia que todavía habita el lugar.
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