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Ecuador

Mercado más barato del país: agricultores bajan precios para no botar comida
En la Plaza Santa Clara de Izamba, los agricultores venden directo al consumidor y rebajan precios. Aún así, el 28 % de la producción se desperdicia
En Ambato, parroquia Izamba, funciona la Plaza Santa Clara, conocida como el mercado más barato del país. Allí la dinámica es distinta: lo que se siembra en el campo llega sin intermediarios a la mesa de los compradores.
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Las actividades empiezan tempranito. A las 5:00 empiezan a llegar decenas de camionetas cargadas de hortalizas, legumbres y frutas. Los agricultores deben hacer fila para entrar a la plaza, que puede tomar un par de horas.
Mientras tanto, desayunan lo que los comerciantes ofrecen: sánduches, bolones, tortillas de maíz, chocolate y café caliente. La temperatura oscila entre los 8 y 11 grados. Es necesario calentarse.
“Los agricultores vienen con su carga en carritos y se ponen a vender directamente al consumidor. Eso hace que los precios sean sumamente accesibles”, dice Giovanna González, administradora de la plaza.
No hay gritos como en otros mercados, en que las caseras vocean sus productos para tener ventas. Los clientes llegan, preguntan precios, regatean y se llevan los productos, o no.
Están bajo un domo que los protege del frío, aunque hay otra parte descubierta con el piso aún de tierra.
González comenta que ya se están haciendo obras para la segunda y tercera etapa del mercado. “En un mes ya se concreta la segunda y vamos modernizando las instalaciones”.
En este sitio funciona desde 2021, luego de que la pandemia hiciera desaparecer la plaza original. “El primer mercado tenía una tradición de más de 30 años, es por eso que muchos de los adjudicatarios han estado en esta actividad toda su vida”, agrega la funcionaria.
Precios bajos en Izamba
Joselo Manobanda, agricultor orgulloso de “sacar al país adelante”, dice que no muchos conocen que allí se puede encontrar cosas baratísimas. “Brócoli, acelga, espinaca, perejil, culantro, papanabo, zucchini… Todo eso a 5 dólares la caja. Y se va para todas partes del país. Especialmente yo entrego para Guayaquil”, cuenta mientras descarga las hortalizas de su camioneta.
El número de piezas varía según el tamaño de los productos. “Un cajón puede traer entre 8 y 15 zucchinis, depende de cómo salgan, gruesos o parejitos”, explica Joselo.

Él procura cerrar los negocios desde que llega a la fila, pues los comerciantes van negociando las cargas desde que las camionetas están en la cola. Se puede ver cómo caminan entre los vehículos con billete en mano para conseguir lo más barato.
Esta vez, Joselo logró vender toda la carga de zanahorias, culantros, apios y zucchinis. “Me voy contento”, dice.
Agricultores enfrentan pérdidas
No siempre los agricultores logran vender todo lo que traen. Sandra Yanchatuña, quien llega desde Conchibamba con lechuga, culantro y manzanilla, lo sabe bien.
“La manzanilla la vendemos a dólar y medio la carguita, el culantro a dos dólares. Pero hay ocasiones en que no se vende y nos toca regresar con lo que trajimos. Incluso he tenido que botar producto o darlo a los animales. Cada plantita cuesta 20 centavos en abono y químicos, y al final venimos a regalar”.
Cuando el día avanza y el producto no se mueve, la solución es bajar los precios. “Es preferible dejar en 50 centavos antes que verlo irse a la basura”, lamenta la agricultora.
Algunos no tienen transporte propio, por lo que regresar con sus productos a sus casas se traduce en más gasto.
Todo fresquito
En medio del movimiento diario, las comerciantes también hacen su parte. Teresa del Consuelo Sagñay, representante de los adjudicatarios, subraya la frescura como el sello del mercado. “Lo que nos diferencia es que viene fresco, recién cosechado, directo del agricultor”.
Cuando hay sobreproducción, reconoce que se quedan con algo de mercancía. “Pero como trabajamos todos los días, lo que sobra hoy se puede vender mañana”, afirma.

Aquí hay dos dinámicas: la compra de los comerciantes que llevan los productos a otras ciudades y la compra de consumidores directos.
Teresa es una de las revendedoras, pero dice que aun así los precios bajos se mantienen. “Cuando ya salen de aquí van subiendo los precios, depende de cuántos intermediarios haya”, explica.
Más de 500 agricultores
La voz de los campesinos también refleja las dificultades logísticas. Adán Ichina, productor de col y culantro, destaca que en Izamba un saco cuesta apenas cinco o seis dólares, mientras en la ciudad se vende por unidad y más caro.
Critica el ingreso al mercado. “Yo estuve desde las ocho y media en la cola y eran las diez y media y no ingresaba. Eso nos retrasa la venta. A veces se queda producto y hay que volver al siguiente día. Las coles aguantan, pero las hierbas ya se botan”.
La Plaza Santa Clara moviliza a 64 adjudicatarios permanentes y cerca de 500 agricultores transitorios que llegan distintos días de la semana. Solo los martes y sábados no se atiende.
Un punto de encuentro
Más que un espacio de venta, Izamba se ha convertido en un punto de encuentro entre campo y ciudad. Allí se combinan la frescura de los productos, el ahorro y la constancia de los agricultores que sostienen la canasta básica.
También se ha convertido en un espacio en el que migrantes como Yeison, un venezolano de 30 años, encuentran algo de trabajo. “A mí me pagan por mantener frescas las cargas de culantro”, relata. Su tarea consiste en meter los grandes atados en una acequia y ayudar a cargar los camiones que se llevan los productos a otras localidades.

El día transcurre entre negocios, cargas y descargas. A partir de las 15:00 el espacio se va quedando vacío. Se recoge la basura, pero entre ella también están algunos productos que no fueron vendidos: unos seis atados grandes de culantro quedaron junto a la acequia donde los hidrataban. “Alguien se ha de llevar”, comentó una mujer.
Para los agricultores sería de gran ayuda que haya más dinámica entre los consumidores directos y ellos. “Las plantas no crecen solas, necesitan cuidados y eso cuesta. Nuestro trabajo no siempre es valorado”, finaliza Joselo Manobanda.
Mientras tanto, la Plaza Santa Clara sigue sosteniendo su fama como el mercado más barato del país, donde la vida campesina y la economía familiar se encuentran cada madrugada.
El 28 % de la producción se desperdicia
Patricia Pérez, representante del Banco de Alimentos de Quito, advierte que el 28 % de la producción agrícola se desperdicia. Esta entidad, pionera en el país desde 2003, ha logrado un crecimiento exponencial en su capacidad de rescate de comida. Hasta 2018 apenas alcanzaba 218 toneladas anuales, pero en 2024 la cifra llegó a 4.250 toneladas.
“El crecimiento se debe a que todavía existe pérdida en la producción agrícola y desperdicio en los hogares”, señaló Patricia Pérez.

Para enfrentar se implementa en Ecuador el programa REAG, replicado de Medellín, con el que se rescataron más de 409 toneladas de productos agrícolas en 2024.
“El agricultor necesita aliados logísticos que le permitan colocar lo que no entra en la cadena comercial. Nuestro rol es evitar que termine en la basura y transformarlo en alimento para familias”, explicó.
El banco obtiene productos de agricultores, centros de abasto, fábricas de alimentos, empresas privadas y donaciones ciudadanas. Los alimentos se clasifican, almacenan y distribuyen a organizaciones sociales previamente reguladas y transparentes.
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