Cambian la cena por el fuego: así es la Navidad de los bomberos de Guayaquil
La vocación obliga a muchos bomberos a abandonar reuniones familiares en plena Nochebuena, para salir a atender llamados de emergencia.

Rubén Mejía mientras le da indicaciones al rescatista Fabián Zúñiga.
La madrugada del 25 de diciembre del 2020 parecía avanzar sin sobresaltos. Rubén Mejía cenaba con su familia en el sur cuando una alerta rompió la calma: un incendio se había desatado en el norte de Guayaquil. En minutos, dejó la mesa y salió, como tantos otros bomberos que esa noche cambiaron el festejo navideño por una emergencia.
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Eran pasadas la una de la mañana cuando la alarma número 1 se activó en la Florida, detrás del Consejo de la Judicatura. Una empresa de plásticos ardía. La situación escaló rápidamente a alarma 3 y obligó a movilizar a varias unidades del Benemérito Cuerpo de Bomberos de Guayaquil (BCBG).
Mejía, mayor y jefe de la Cuarta Brigada, llegó junto a decenas de compañeros que también habían salido de sus casas dejando a sus familias atrás.
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El incendio fue controlado tras casi tres horas de trabajo. Exhaustos y cubiertos de humo negro, los apagafuegos se desearon felices fiestas allí mismo, en medio de la escena. “Fue una gran hermandad”, recuerda Mejía.
Aquella madrugada, incluso sus hijos (entonces aún no bomberos) estuvieron cerca de la emergencia. Hoy son una familia de voluntarios cuya vocación, dice su padre, “no se apaga nunca”.

Myr. Rubén Mejía, jefe de la Cuarta Brigada del BCBG.
Con 34 años de servicio, Mejía sabe que diciembre es un mes marcado por el riesgo. “Es cuando más emergencias se presentan”, afirma. Incendios, explosiones y descuidos se repiten con frecuencia en estas fechas, muchas veces ligados a la pólvora y a la falta de supervisión de niños en los hogares.
Al hablar de diciembre, menciona el incendio de la Bahía ocurrido el 5 de diciembre de 1997. Lo recuerda como uno de los episodios más dolorosos para la ciudad: pirotecnia mal almacenada, víctimas mortales (11), personas heridas y locales reducidos a escombros. “Fue un desastre que nos marcó”, expresa, sin extenderse en el tema.
En días cercanos a Navidad hace unos 15 años, Mejía vivió otra emergencia que no olvida. Un derrame de combustible se filtró por las alcantarillas del centro y llegó hasta un sector de casas de madera, levantadas sobre pilotes cerca del estero.
Bastó una chispa para que se produjera una explosión que levantó tapas de alcantarillado y desató el caos. Esa noche también dejó a su familia para acudir al llamado.
Rememora además escenas duras, como la de una mujer del suburbio que murió tras la explosión de camaretas que almacenaba en su domicilio. Por eso su mensaje es directo: la pirotecnia no es un juego. “Sufren los niños, los adultos mayores, los animales. Es algo que podemos evitar”.
La familia, admite, ha aprendido a convivir con esas repetidas ausencias durante fechas importantes. “Es una mística que uno lleva dentro. Bombero se es toda la vida”.
Navidad en guardia para bomberos en Ecuador
Fabián Zúñiga sabe que la Nochebuena no siempre se vive en casa. Este 24 de diciembre volverá a estar de guardia, como ya le ha tocado en años anteriores. Es rescatista rentado del BCBG, así que mientras muchos se sientan a la mesa con sus familias, él cruza la puerta del cuartel, su “segundo hogar”, para quedarse atento a cualquier llamado.
Dejar la casa nunca es sencillo. La cena queda incompleta, los abrazos se adelantan y la despedida es rápida. “Es duro venir acá en estas fechas, pero sabemos a lo que venimos”.

El rescatista Fabián Zúñiga muestra cómo se alista para atender una emergencia en Guayaquil.
Para sobrellevar la noche, los bomberos se acompañan entre ellos: comparten una comida sencilla, conversan, cuentan chistes. Eso no reemplaza el calor familiar, pero ayuda a sostener el ánimo y a reforzar la hermandad.
Diciembre, explica Zúñiga, es uno de los meses más exigentes del año. Desde mediados de mes, las emergencias se multiplican. Incendios estructurales, cortocircuitos, quemaduras y accidentes relacionados con la pirotecnia se vuelven rutina. “Siempre hay un pico alto de emergencias en esta época”.
Advierte que en su mayoría, esos incidentes nacen de descuidos que parecen pequeños. Adornos navideños mal conectados, extensiones sobrecargadas, velas colocadas demasiado cerca de materiales inflamables. “Una chispa basta para que todo se encienda”, recalca desde su experiencia.
Zúñiga también ha presenciado escenas duras: personas con quemaduras graves, dedos amputados por camaretas, heridas causadas por la manipulación imprudente de pólvora.
Por eso coincide con el mayor Rubén Mejía en que la pirotecnia sigue siendo una de las principales causas de alarma durante la Nochebuena.