Jorge Betancourt Nazareno, de 59 años, no se rindió luego de que en el 2011, mientras cumplía sus labores como guía penitenciario, fuera detenido repentinamente. En este 2025 se reinscribió en la Universidad de Guayaquil para culminar la carrera de Derecho, que dejó inconclusa al caer preso por un delito que, según él y la justicia, no cometió.

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Luego de 14 años enfrentó lo que por mucho tiempo había dejado pendiente. “Me decidí a ser un profesional. Solo me faltaba un año de carrera cuando sucedió esto (la detención) y el Derecho era mi pasión. No podía dejarlo de lado”, explica.

Jorge ahora es un estudiante de tercer nivel con clases de lunes a viernes, las cuales comparte con jóvenes de un cuarto de su edad. No obstante, no representa un obstáculo, sino una hazaña que admiran sus compañeros, docentes y hasta sus familiares. “Espero ser un día como los abogados que me han ayudado en mi proceso legal”, expresa.

Al hablar del procedimiento en el que estuvo involucrado, su expresión facial cambia. Dice que es un reflejo de la “injusticia” que asegura que cometieron con él y con otros exguías de la cárcel más grande de Guayaquil.

Aunque en el 2011 era llamada solo Penitenciaría del Litoral, igual contaba con agentes que resguardaban la integridad de las personas privadas de libertad en el complejo. Él había sido uno de los que vistieron ese uniforme por siete años ininterrumpidos, pero su situación legal cambió al llegar a laborar ese miércoles, pues ya no era de los que cuidaban a los detenidos, sino que pasó a ocupar un puesto más en las celdas.

El día del operativo: Exministro José Serrano tendría que ver

“Recuerdo que ese día llegó el entonces ministro (del Interior) José Serrano con otros funcionarios. No sé qué intentaron tapar o hacer diferente, pero nos inculparon de haber traficado droga en el interior del penal. ¡Eso no era de nosotros y fueron capaces de inculparnos!”, cuestiona.

A los dos días del arresto, sus superiores decidieron abrirle un sumario administrativo (investigación interna) por haberse ausentado de su jornada de labores, lo que para Jorge no tiene sentido, pues estaba ‘encanado’ y no fue justificada su falta.

Otros 14 funcionarios fueron añadidos a ese expediente. Sin embargo, solo a tres de ellos los despidieron y a otros dos les ordenaron firmar una renuncia, mientras que a los demás los dejaron continuar con su trabajo en la cárcel, ubicada en el kilómetro 16 de la vía a Daule.

“Lo peor es que este sumario fue resuelto casi un año después de que nosotros (él junto con los otros 13 servidores) fuimos aprehendidos, cuando según la ley solo tienen 90 días para pronunciarse. Es decir, hicieron lo que quisieron con nuestros derechos”, argumenta.

En cuanto a su situación legal, Jorge revela que seis meses después de que ocurrió la detención de todos los exguías, los hallaron inocentes, pues, de acuerdo con Jorge, solo tenían como pruebas imágenes en las que ellos daban paso a los reos para contarlos. “Nadie entendió cómo es que el alzar la mano para ir de uno en uno se convertía en el ‘cruce de manos’ para darles droga”, insiste.

Ahora, él tiene esperanza en que su carrera pueda despegar y anhela conseguir que el Estado reconozca las fallas cometidas. “Por muchos años estudié el caso y ayudé a hacer mandados a los abogados de la Fiscalía y ellos con gusto me asesoraron. Yo quiero convertirme en uno de ellos”, concluye.

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