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Opinión

Cartas al director

El invitado del día

Glamour sin cerebro

Por Óscar Ugarte

¿Por qué será que si a alguien aquí se le dice gorda al siguiente día va al gimnasio?  ¿Pero si le decimos bruta o ignorante nunca irá a una biblioteca? Pregunta jocosa en un país que solo lee medio libro por habitante al año,  per cápita.
En cambio en Chile el promedio es de 5,4 y el de Argentina 4,6 libros por habitante al año. Y son los países más  ilustrados del Continente. Un 37 % de ecuatorianos nunca lee nada, y los que lo hacen en un 83 % son los más jóvenes. La mitad de los que  sí leen, apenas lo hacen 1 o 2 horas a la semana. La ciudad  ecuatoriana que más lee es Ambato.
Y esto no un mero dato estadístico. Es la forma de expresarnos y en la de expresarse de nuestros políticos, deportistas y hasta presentadores de TV, en la pobreza del vocabulario y la pésima ortografía en las redes sociales. Las pocas bibliotecas en el país son  museos anacrónicos.
Hay una relación directa entre la baja cantidad y calidad de la lectura y la comprensión de nuestro sistema social. Tenemos un problema estructural porque nuestra educación todavía está basada en el memorismo y muy poco en la  crítica de la realidad. Sin duda, la llamada “revolución educativa” aún está en deuda con un gran proyecto de fomentar la lectura, que pasa por la economía, (importación e impresión de libros), por las bibliotecas ambulatorias, o hasta en esa revolucionaria ordenanza del transporte urbano en Sofía, Rumania, que lleva gratis a pasajeros que vayan leyendo un libro.