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Opinión
Editorial: Ciudadanos rehenes de la informalidad
Basta con que un desconocido decida adueñarse de un tramo de acera para ejercer de ‘cuidador’ de carros, imponiendo tarifas a su antojo
Las calles de Quito y Guayaquil se han convertido en ‘tierra de nadie’. Basta con que un desconocido decida adueñarse de un tramo de acera para ejercer de ‘cuidador’ de carros, imponiendo tarifas a su antojo. Si el conductor se niega a pagar más de 50 centavos por estacionar en plena vía pública, corre el riesgo de encontrarse con un parabrisas roto o de recibir de vuelta las monedas lanzadas con furia por el supuesto ‘vigilante’.
El descontrol es evidente. Esta práctica se ha desbordado en las principales ciudades del país y, ante la falta de empleo, cada vez más personas ven en ello una forma de ganarse la vida, pero al margen de cualquier regulación. Nadie se opone a que los ciudadanos busquen ingresos con su esfuerzo; lo cuestionable es que lo hagan a costa de apropiarse de los espacios públicos con conos, sillas, llantas o cajas de madera, e incluso cobrando doble en sectores con parquímetros.
Los municipios y autoridades responsables de poner orden en este ‘camello’ van tarde en su tarea: no se trata solo de frenar las tarifas exageradas, sino también el comportamiento abusivo y la ocupación arbitraria del espacio público. O se regula de verdad este negocio, o las ciudades seguirán siendo rehén de la informalidad.