Navidad sin padrinos narcos: ¿qué cambió en los territorios que controlaban?

La Navidad de este año será distinta en varios territorios donde antes mandaban los capos del crimen organizado. Este 25 de diciembre de 2025, figuras como José Adolfo Macías Villamar (Fito), Wilmer Geovanny Chavarría Barré (Pipo), Darío Javier Peñafiel Nieto (Topo) o Willian Joffre Alcívar Bautista (Negro Willy) pasarán las fiestas privados de libertad, lejos de los barrios donde, en otros años, algunos bandas criminales intentaron ganar respaldo social con regalos o eventos.

La escena contrasta con lo ocurrido en cantones como El Triunfo, en Guayas, donde cabecillas como Junior Roldán financiaban conciertos, alquilaban estadios y repartían juguetes en diciembre. Hoy, con esos liderazgos muertos o encarcelados, esas prácticas... ¿podrían haber desaparecido?

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Para Renato Rivera, investigador de la Iniciativa Global contra la Delincuencia Organizada Transnacional (Gitoc, por sus siglas en inglés), estas acciones no fueron simples gestos generosos: respondían a una estrategia de construcción de legitimidad y autoridad criminal en los territorios.

¿Los narcos buscan acercamiento social?

Rivera explica que la violencia no es el único mecanismo para consolidar poder. Parte de esa legitimidad se construye en la interacción cotidiana con el barrio, en mostrarse como parte de la comunidad y en transmitir que el problema no es contra la gente.

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En ese contexto, los regalos navideños, los conciertos o la entrega de medicamentos son herramientas de acercamiento social. “Cuando un grupo da ayudas, busca que la gente no denuncie, no hable de lo que ocurre o incluso colabore”, señala el analista.

Estas prácticas, añade, están vinculadas a dinámicas como la extorsión y la oferta de “protección”, que generan una forma de legitimidad social y una protección simbólica para la estructura criminal.

Con los principales capos tras las rejas en esta Navidad, queda abierta la pregunta sobre qué ocurre ahora con quienes antes recibían esas dádivas. Rivera advierte que el impacto no es inmediato ni fácil de medir.

A ese contexto se suma la situación de la conocida cárcel del Encuentro, en Santa Elena, a la que ni especialistas pueden acceder, por lo que no se puede comprobar que los capos, en realidad, no tengan forma de mantener el control.

Sucesión y normalización en los grupos criminales y la sociedad

Héctor Chiriboga, sociólogo y máster en Amenazas Híbridas, Seguridad y Defensa, considera que las capturas de los cabecillas criminales no modificarán el control de las estructuras delictivas en los barrios, pues estos grupos tienen una cadena de sucesión de mandos que les permite seguir operando. Por tanto no habría mayor afectación en las acciones sociales desde las organizaciones ilícitas hacia la ciudadanía.

Adicionalmente, refiere que estas prácticas se normalizaron porque actualmente no hay una referencia moral y existe impunidad. “Vivimos una cultura de la irresponsabilidad y la ilegalidad, que atraviesa a toda la sociedad ecuatoriana”, dice.

Finalmente, recalca que para un cambio de mentalidad primero debe haber un desalojo de las estructuras delictivas de la comunidad. Luego, con los espacios recuperados, hay que instaurar una nueva cultura alejada del crimen.