Por las calles adoquinadas del centro de Esmeraldas, la tarde del domingo 25 de mayo de 2025 se escucharon unos disparos. Nadie gritó, nadie corrió. Solo el cuerpo de Robson Alexander Tello quedó tendido a pocos metros de su motocicleta, su herramienta de trabajo. Tenía 24 años y, hasta ese día, su único ‘delito’ había sido querer ganarse la vida honestamente, según sus familiares.

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“Mamá, voy a hacer un flete. Es rapidito, me dijeron que es hasta San Pablo”, habría dicho Robson a su madre antes de salir. “Ya regreso, no te preocupes”, añadió, según contó entre sollozos su progenitora, sosteniendo en las manos el celular de su hijo que salió en su moto.

Robson vivía en el barrio Mina de Piedra y la escena del crimen fue la calle Piedrahíta, justo en la bajada a Isla Piedad, sector marcado por la violencia y el olvido. Según los primeros indicios, Robson fue citado con engaños. Le pidieron un servicio de transporte, pero fue una trampa. Al llegar, sujetos desconocidos le dispararon.

Lo que han avanzado las investigaciones

En Mina de Piedra, el barrio de Robson, la noticia se propagó. “No puede ser… ¡a Robson no!”, gritaban sus amigos al llegar al lugar. Algunos se abrazaban, otros se quedaban mirando la cinta amarilla con la misma incredulidad de siempre: la muerte se ha vuelto costumbre, pero no deja de doler.

“Era uno de los nuestros, de los buenos. No se metía con nadie. Siempre estaba dispuesto a ayudar. ¿Por qué a él?”, se pregunta Kevin, su mejor amigo desde la infancia.

La Policía aún no determina cuántos fueron los atacantes, pero en el sitio se recogieron al menos ocho casquillos de bala. “Este no fue un robo. No se llevaron nada. Fue directo, rápido. Un sicariato”, confirma un agente que participó en las pericias. Los criminales huyeron a pie

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