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Quito

Paro Nacional 2025: en el Centro Histórico de Quito temen un nuevo estallido social
Las vallas siguen en pie y las ventas bajaron a la mitad. En Quito hay una calma tensa mientras los comerciantes recuerdan el caos del 2019 y 2022
Las vallas siguen apostadas en las entradas estratégicas del Centro Histórico. Aunque no hay policías, sí la incertidumbre de que esas calles vuelvan a ser un campo de batalla de piedrazos, bombas lacrimógenas y vandalismo.
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La advertencia de la Conaie de “tomarse Quito”, lanzada días atrás por su presidente Marlon Vargas, pesa en el ambiente.
El dirigente indígena advirtió que, si el Gobierno no atiende las demandas sociales —entre ellas la derogatoria del Decreto 126, que eliminó el subsidio al diésel—, podrían movilizarse hacia la capital.
El mensaje motivó el refuerzo de los controles militares en los accesos a la ciudad y se mantienen en el Centro Histórico, donde muchos comerciantes reviven los recuerdos de los paros de 2019 y 2022.
“Ahora hay más calma, pero también miedo”
En la calle Venezuela, Sonia Vinueza atiende su local de postres. “Ahorita hay más calma, debe ser porque la gente del paro está en provincias. Pero sí se siente tensión, la gente no gasta, tiene miedo de que pase algo y guarda la platita”, cuenta.
Recuerda que en 2019 el centro estuvo cercado. “Todo era vallado con alambres de púas. No se trabajó casi dos semanas, uno perdía producto, pero lo importante era conservar la vida”, dice.
“A mí me destruyeron el puesto”
A pocas cuadras, en la esquina de Guayaquil y Espejo, Katherine Lugmaña sigue vendiendo plantas. Sus ventas han caído un 50 % por el temor ciudadano.

“En los paros anteriores no dejaron abrir. Me dañaron el puesto, rompieron toda la parte de afuera y me tocó gastar unos 500 dólares para repararlo”, recuerda.
Dice que las manifestaciones deberían hacerse sin afectar a los demás. “Nadie tiene la culpa, los bancos no perdonan las deudas y nosotros solo elegimos trabajar”.
Asegura que le parece acertado que el presidente no esté en Quito. “Porque cuando viene, destruyen todo”.
“Tragamos bastante gas”
Cerca de la Contraloría, Rosa Álvarez no olvida lo vivido. “Fue durísimo, tragamos bastante gas. Las bombas caían por todos lados y la comida se dañaba. Ya no se podía vender nada”, recuerda.
Hoy percibe más calma, pero pide un cambio de actitud. “El presidente debe dialogar con los dirigentes indígenas, no portarse como un niño caprichoso”, reclama.

En el Centro Histórico de Quito se respira una calma tensa. Los comerciantes temen que cualquier chispa reactive los enfrentamientos. “Ya hemos pasado por todo eso. Ojalá esta vez el Gobierno y los dirigentes piensen en la gente que solo quiere trabajar”, dice Rosa.
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