No todas ingresan al crimen por necesidad. Algunas lo hacen por dinero, otras por poder, y hay quienes simplemente siguen una moda. Así lo plantea Ana Minga, experta en seguridad y perfiladora criminal, al analizar el rol de la narcoestética en la participación de mujeres dentro de estructuras delictivas en Ecuador. 

“Es un error pensar que todas buscan parecerse a las mafiosas por necesidad. La motivación en unas es económica, en otras es social, y muchas veces es grupal”, afirma.

La narcoestética, entendida como un conjunto de símbolos visuales, corporales y de consumo asociados al narcotráfico, se ha instalado en el imaginario social como sinónimo de poder y éxito. Esto incluye desde autos lujosos, cuerpos voluptuosos y ropa de marca, hasta actitudes dominantes y desafiantes frente a la ley. 

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Aunque su representación más visible ha sido femenina, tanto Minga como el psicólogo forense Segundo Romero coinciden en que no es exclusiva de las mujeres. “Ojo, esto también es de los hombres. La narcoestética es de todos”, recalca Minga.

Componente cultural e histórico de la narcoestética

Romero, por su parte, profundiza en el componente cultural e histórico de este fenómeno. “Esto lo venimos arrastrando desde la época de Pablo Escobar. Hay un aprendizaje vicario en la mujer ecuatoriana, influenciado por películas, música y series colombianas. Se trata de un legado cultural del narcotráfico que ahora se manifiesta también en Ecuador”, dice. 

Asegura que muchas mujeres buscan emular la imagen de "la reina del sur", "la mujer fatal" o "la que factura", figuras que mezclan belleza, poder y peligrosidad.

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Ambos expertos coinciden en que esta construcción simbólica ha transformado las aspiraciones sociales. “Ya no se busca tener una profesión exitosa, ahora el éxito se mide por el poder, por el respeto impuesto, por el miedo que se genera. Ser la esposa de un narco poderoso, o ser una mujer temida, se ha convertido en una aspiración”, sostiene Minga.

Romero añade que, en este contexto, lo ostentoso y lo exagerado se han vuelto deseables. “Hay una mezcla de lenguaje, cuerpo, música y dinero. El gusto por lo visible, por lo llamativo, legitima de forma indirecta las formas mafiosas de violencia. Es un tipo de aceptación social del crimen”, explica.

Legitimación del poder ilegal

La narcoestética, entonces, no solo representaría una especie una moda o una estética vacía, sino que se convierte, al parecer, en una vía de legitimación simbólica del poder ilegal. En palabras de Romero, “estas mujeres no solo quieren verse bien o tener lujos, sino ser reconocidas socialmente. Eso, en muchos casos, las hace vulnerables, porque el precio que pagan es entregar su cuerpo, su libertad o su vida”.

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