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Buena Vida

Reto Same: Voluntarios que salvan tortugas en las playas de Esmeraldas
Su dramático trayecto del cascarón a la arena para llegar al mar es un espectáculo conmovedor. Cuatro vecinos de Same cuidan el ritual
Al fondo, esa misteriosa línea donde se unen mares y cielos. Apenas se ha disuelto su romántico color palo de rosa. En minutos, la noche se asentó en la playa de Same, Esmeraldas. Cerca, boca abajo sobre la arena, Yoncito y su perro esperan el milagro.
En sus frágiles huevitos, las tortugas duermen unos 55 días. Por fin, unas patitas verdes asoman entre la arena. Frágiles y torpes, se limpian una delgadita membrana que cubre sus ojos. Enseguida, hacia el mar, una docena de golfinas corren por su vida.
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Suaves golpecitos de mi corazón acompañan un suspiro. Cuando salen a la arena enfrentan a sus primeros depredadores: perros, gatos, cangrejos y la gente; sus fogatas les atraen, pero mueren deshidratas o quemadas.
Cuando nacen de día, tras sortear la candente arena nadan para reiniciar su vida, aunque pueden ser víctimas de gaviotas y pelícanos. Con suerte, se sumergirán en el mar y podrán sobrevivir; si bagres, jaibas o canchimalas no se las almuerzan.
La batalla de Soledad
Un grupo de voluntarios defensores de la flora y fauna de estas playas, Reto Same, surgió en 2020. Es una iniciativa de la vecina Soledad Rodríguez para salvar estas tortugas.
“En un feriado estas playas pueden tener mil carpas, con cuatro tubos que se entierran: son cuatro mil, que destrozan nidos”, dice. En esta y siete playas aledañas, a machete y herbicidas, desaparece la vegetación hogar de iguanas, tortugas, cangrejos ermitaños.
“Reubicamos nidos, los cerramos en jaulas; decenas de huevitos pasan a cajas térmicas. Entre el muelle de Casa Blanca y lomas de Tonchigüe hay 2,2 kilómetros, con la mayor cantidad de nidos en la Reserva Marina Galera San Francisco y todo el Ecuador”.
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Un panorama crítico y una tarea enorme y laboriosa que Reto Same cumple con Pastor Rodríguez, Alan Miranda, Francisco Rodríguez y su directora. “No tenemos personería jurídica, estamos en los trámites. Nos apoyan visitantes quiteños y extranjeros, con material para las jaulas, herramientas. Dinero no aceptamos, somos voluntarios”.
En las olas, la vida
Playa Escondida, Galera, San Francisco, Estero del Plátano: playas hermosas, con este formidable valor ecológico. Soledad propone que, empezando por Same, sean declaradas santuarios de las tortugas. “Las laúd, carey, verde y golfina están en alerta”, advierte. “Entre junio y mayo protegemos 456 nidos. Faltan sinergias, manos, apoyo”.
La caminata de las tortuguitas por su sobrevivencia es un espectáculo conmovedor, que perenniza la vida. Para su cuidado, Reto Same tiene su método: empieza con seguir la huella, termina con las pequeñitas bajo las olas y el nido limpio y despejado.

Un reto siempre alerta
“La madre deja huella de su arrastre, que nos lleva al nido: revuelve la arena, ahí está la cama”. Bajo de esa señal está el nido y lo cuidan 55 días, el huevo eclosiona máximo en 60. “Cada cascarón roto es una chiquita viva. Retiramos la malla, buscan el mar”.
Ellas, por instinto, corretean hacia el océano. Pero por el ruido, contaminación lumínica, entre otros, pueden terminar escondidas o muertas entre arbustos o jardines. Reto Same atiende las alertas, las toman con guantes, hidratan y acercan a la orilla.
“Toman energía de las manos cerradas y, ya recuperadas, vuelven a la ruta”. En la arena sacan la cabecita, palpan calor; asientan su pico y emprenden carrera. Entre las decenas, suele haber una líder, que “avisa” al resto y lidera la fila de tortuguitas.
El pastor de tortugas
En su pizzería, Pastor Rodríguez muestra videos y fotos que guardan el conocimiento acumulado. “Suelen nacer, con más frecuencia, entre las 05:00 y las 07:00, y de 17:00 a 20:00. Esa rutina a veces se altera, por el cambio climático y fuentes de luz o calor”.
Le animan datos que son el producto del intercambio entre conocedores y su experiencia. “Con el tiempo, la tortuga madre regresa al mismo lugar donde anidó. Las que fueran recién nacidas palpan la arena y, años más tarde, también vuelven”, explica.
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Al final de este día, Yoncito y su perro ayudan con los mandados. Jamás tocan una: son educados por los Reto. Inolvidables los rostros de los niños, fascinados ante la carrera de las pequeñas, tanteando con sus patitas esos segundos decisivos, de vida o de muerte.
“¡Donatello, dale Donatello!”, grita una niña, mientras acompaña la fila de tortuguitas; aplaudiendo, pletórica, el arribo de cada una a ese marino manto de la vida.
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