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Ecuador

Playa Paufí en Esmeraldas: Un rincón de paz frente al mar
Este balneario es una de las opciones para disfrutar en este feriado
El camino hacia Paufí se abre entre colinas verdes y brisa tibia. Desde la cabecera cantonal de Ríoverde, bastan quince minutos por la vía E15 para llegar a esta playa escondida en la parroquia Montalvo, al norte de la provincia de Esmeraldas, donde el sonido del viento se mezcla con el canto de las aves.
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En Paufí, el mar rompe con suavidad sobre una costa casi vacía, donde apenas unas cuantas huellas humanas marcan la arena dorada.
El viento sopla sin prisa, moviendo las hojas de los cocoteros. Desde las casas de madera, los habitantes observan el horizonte. Son pescadores artesanales, hombres y mujeres de mirada serena que madrugan para lanzar sus redes y regresan al mediodía con los frutos del mar. Su vida transcurre al ritmo pausado de las mareas.
Un sitio para quedarse
El poblado, formado por unas cincuenta viviendas, conserva la esencia de lo simple. En los patios cuelgan redes secándose al sol, los niños juegan descalzos entre los botes y el aroma del coco y del pescado fresco impregna el aire.
En Paufí se vive como en casa. Doña Mirian Marcela Paz Cuvi, quiteña de nacimiento y esmeraldeña por elección, encontró aquí el refugio que buscaba. “Aquí la paz reina”, dice con una sonrisa mientras muestra su pequeña cabaña frente al mar. Llegó buscando descanso después de cuarenta años de trabajo y se quedó porque el lugar le enseñó el valor del silencio.
Paufí es un destino para liberarse. No hay bullicio, ni grandes hoteles, ni música que rompa la calma. Lo que hay es mar, cielo y verde infinito. Es un lugar para sentir, para respirar, para escuchar cómo el tiempo se detiene. Paufí no solo es una playa: es un estado de paz que se instala en el alma y no se va.

El plato estrella para disfrutar
El restaurante Don Naza se ha convertido en el corazón gastronómico del recinto. Su propietario, don José Paulino Nazareno, sirve el plato estrella: La Pasión de Paufí, una mezcla de langosta, calamar, langostino y arroz en un encocado con miel de maracuyá. “Aquí se ofrece toda clase de mariscos”, dice y muestra los ingredientes frescos.
Más arriba, en un rincón rodeado de árboles y columpios, se encuentra Mi Ranchito, un refugio familiar que nació en plena pandemia. Su dueño, Éver Lastra, quiso rescatar los sabores ancestrales de la gastronomía esmeraldeña. Ahí sirven tapados, encocados y cazuelas preparadas con recetas heredadas.

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