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Roberto “La Tuka” Ordóñez: de lustrar zapatos a ser goleador y líder de fe en Ecuador
La inspiradora historia de Roberto “La Tuka” Ordóñez: de lustrar zapatos a goleador
Roberto “La Tuka” Ordóñez es una de las figuras del fútbol ecuatoriano. En el 2025 forma parte de Cuenca Jrs, un equipo de Segunda Categoría que ha sorprendido al país: está entre los ocho mejores clubes y además pelea en las semifinales de la Copa Ecuador.
A sus 40 años, el delantero guayaquileño desafía el tiempo y la altura. Corre como si tuviera 20 y celebra cada gol como si fuera el primero.
Abre las puertas de su casa en Cuenca y recibe con una sonrisa. Entre risas, fe y recuerdos, el goleador habla de todo: desde su amor por la cocina hasta su lucha por mantenerse vigente.
¿Le hace falta solo el acento cuencano?
Sí, porque ya como hasta cuy como.
¿Cómo explica que juegas hasta los 40 años, y comenzaste tarde su carrera?
No tuve inferiores. No tuve ese proceso como otros chicos. Yo me hice en el barrio, jugando en las calles. En segunda debuté en la Espol a los 20 años. En primera a los 30 años.
Roberto La Tuka desde su casa en Cuenca
¿30 años?
En primera A debuté con Mushuc Runa en 2015 y en Serie B debuté en el Manta, 2007.
Fue un proceso medio complicado y difícil conmigo. No tuve esa formación como otros chicos. Para mí era difícil y, bueno, era un puesto diferente porque yo había jugado antes de central, de cinco. Pero Otto Morcillo me formó para ser delantero.
Debutar a los 30 años en la A poco se da.
Yo quería una oportunidad para irme a probar. A veces, por la desesperación de no quedarme sin equipo, firmaba rápido. Y me ponían cláusulas altas para poder salir.

En River Plate tenía cláusulas de 200 mil dólares. Imposible para un jugador que no lo conocía nadie. Pero yo sabía que si no llegaba a jugar Serie A iba a desaparecer. Y apareció Mushuc Runa.
¿Cómo te mentalizaste a llegar y quedarte a pesar de la edad?
Dije que quería ser cero indisciplina, cero tragos, todos los ceros… los malos. Y extender mi carrera. Yo decía que debía dar algo más de lo que no dan los jugadores normales. Hay jugadores con mucho talento que se confían o se conforman. En cambio, el que no tuvo nada, el que no fue formado, ese quiere dar y dar.
Y yo era ese: el que daba y daba. Recuerdo que en el 2015, cuando terminábamos de entrenar, el Capi César Benalcázar, el preparador físico, me decía: “Ya está bien, Tuka”. Pero yo pedía una repetición más, una vuelta más. Era la única forma de sobresalir: estar mejor que mis compañeros. Yo debía llevarles ventaja.
Mientras los demás hacían divisiones menores de los 12 a los 18, Ordóñez qué hacía a esa edad.
Lustraba zapatos, cargaba maletas, trabajé en la construcción, vendía el EXTRA en las calles, vendía agua, caramelos. Me acuerdo que en la Terminal Terrestre andaba con uniforme y gorrita vendiendo helados.

¿Eres muy motivador, lo que dices te cree el grupo?
Es un don que Dios ha puesto en mí. He venido de un proceso muy difícil, muy complicado, sin papá, solo con mamá y hermanos. Pero gracias al Señor no tuve vicios.
Mi único vicio fue el deporte, la pelota. Enfocado siempre en eso.
Mi mamá fue papá y mamá. Me tocó estudiar de noche y trabajar de día para ayudar con la comida. Cuando conocí al profesor Marlon Mina, que me lo presentó Duffer Alman y Otto Morcillo, mi vida cambió. Ellos fueron de mucha bendición.
¿Qué pasó con el primer sueldo?
Eran 200 dólares en la Espol. Yo le daba 180 a mi mamá y me quedaba con 20.
Gracias al Señor, los valores que me enseñó mi madre me guiaron. Dios permitió que me relacione con gente buena. Siempre oraba eso: “Permíteme relacionarme con personas que sumen en mi vida”.
¿40 años, dos mil y pico de metros sobre el mar, juegas como pelado?
Yo creo mucho en Dios. Mi fe me sostiene. Dios me ha dicho que para el que cree todo es posible.
Soy de los que, ante cualquier adversidad, hace tres cosas: lloro, oro y trabajo. Porque cuando oro, me conecto con Dios. En esas lágrimas es cuando Él me habla y me da palabras para los demás.

Hay un video cuando estabas en Llaneros, fue tan bueno que se hizo viral.
Hay muchas. Esa tuvo acogida, pero también me pasó en Aucas, Delfín y ahora en Cuenca Jrs. Se han hecho varias, pero no todas salen a la luz. A veces Dios me da un mensaje y trato de hacerlo llegar. Dios me sabe hablar de esa forma.
Cierto que el dinero marea a los jugadores.
Sí, nosotros los futbolistas nos confundimos. Y más los de mi raza. Cogemos un dólar y queremos pasar por encima de todos. Tenemos diez pares de zapatos y queremos diez más.
Pero al final solo usamos un par. ¿Para qué tanto?
Esa vanidad te aleja. Hoy pienso distinto: hay que invertir, ayudar. Dios me ha permitido conocer personas que me ayudaron a madurar.
Nunca estás sin hacer nada, ¿cómo va tu preparación?
He estado estudiando, preparándome, leyendo mucho. Todo eso me ha ayudado. El fútbol no es fácil, es complicado. Hoy digo que soy un mensajero del Señor. Estoy aquí por obra y gracia de Él. No soy yo quien habla, es el Espíritu el que habla a través de mí.
Hablemos de Cuenca Jrs, siguen vivos en dos competencias.
Lo de Copa Ecuador fue una locura. Sabía que iba a pasar eso con Barcelona porque lo soñé, así como soñé con el Delfín campeón en 2019. Estamos en Copa Ecuador, pero nuestro gran sueño es llegar a la Serie B. Ahora con Astillero definimos en casa, con nuestra gente. Vamos con fe. El empate (1-1) en Guayaquil es algo que debemos de aprovechar.

¿Eres un chef escondido?
Me gusta la cocina. Es algo que me divierte. Hago un buen tapado, también asados. Debes probarlos, me salen bien.
¿Ya comiste cuy?
No me gusta ni que me den la cabeza, nada de eso. Solo los bracitos para abajo. Bien asadito. Es una delicia, pero no hay que verlo completo (ríe).
¿Cierto que pides los secretos de los empresarios del equipo?
La directiva está formada por personas exitosas. Ellos me guían en lo que quiero hacer después del retiro. Aun así, quiero seguir jugando. Sueño con el equipo en la Serie B. Este club tiene logística y plantel para estar en Serie A. Aprendo cada día de los empresarios, quiero seguir en ese camino.