En la ruta que une a Quinindé con las playas de Esmeraldas, hay un punto que se ha ganado el corazón y el paladar de los viajeros: la parroquia Viche, que se levanta con fuerza como epicentro gastronómico de la Provincia Verde.

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Aquí, donde el humo de las parrillas ‘perfuma’ la carretera y los aromas de coco rallado y especias se cuelan entre los comedores, la gastronomía se convirtió en un puente de resistencia y orgullo comunitario.

El visitante que hace una parada en Viche no solo encuentra comida, sino memoria y tradición. “Aquí vendemos de todo: asados, picaditas, gallina criolla, secos de chancho, pero lo que más sale son los encocados”, cuenta sonriente doña Mariela, en su pequeño local junto a la vía.

El encocado, con camarón de río, es el plato estrella. Su secreto, dicen, es el coco fresco rallado a mano, cocinado a fuego lento hasta que la salsa queda espesa.

El pionero en ofrecer buena sazón

El veterano de esta cruzada culinaria es don Aníbal Valencia, con más de 45 años ofreciendo su sazón en Viche. “Yo fui uno de los que empezó con la carne asada y el camarón de río encocado. Participé en ferias y hasta gané concursos. El secreto es cocinar con amor y no ‘aguar’ el encocado. Tiene que ser espesito, con esencia de coco”, dice orgulloso.

Sus palabras no solo reflejan el trabajo de una vida, sino también la pasión que convirtió a Viche en parada obligada para turistas y transportistas.

“Yo vengo de Quito y siempre paro aquí. No hay en ningún otro lugar un encocado de camarón de río como el de Viche. Es diferente, más sabroso”, cuenta Karina Neira, una viajera que se dirigía con su familia a Atacames.

Cada plato servido lleva consigo una historia de resistencia y comunidad. “Aquí cocinamos con amor y para que el turista se vaya lleno y feliz”, resume doña Mariela.

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