Cuando los vecinos se recogían temprano para esquivar la oscuridad, un estruendo partió la calma en Pianguapí, sector de Esmeraldas, la noche del martes 18 de noviembre de 2025. Eran disparos. Luego gritos. 

En una pequeña vivienda, donde horas antes se escuchaban las risas de una niña de cuatro años, quedaron tendidos Héctor Horacio López, de 30 años, y su esposa Neralda Landázuri, de 23. “Fue como si la casa hubiera explotado por dentro”, relató una vecina.

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La pareja estaba dentro, quizá conversando o preparándose para dormir, cuando sicarios dispararon a quemarropa. Héctor murió en el lugar y Neralda agonizó mientras los vecinos llamaban desesperados al ECU-911. La mujer fue trasladada al Hospital del Sur, pero falleció poco después.

Un agente que participó en el operativo describió la escena como “devastadora, una casa desarmada por la violencia”. Según él, los asesinos huyeron corriendo hacia la zona más oscura del sector.

“Es como si una maldición persiguiera a esa familia”, lamentó un morador. Otros vecinos recordaron que esta no es la primera vez que la violencia se lleva la vida de un miembro del mismo núcleo familiar. Nadie sabe por qué, nadie entiende cómo, pero la desgracia vuelve...

Las redes sociales se llenaron pronto de despedidas: “Cuánto dueles Horacio… jamás voy a olvidar”, escribió una allegada. “Como dueles, hermano de mi vida”, lamentó otro. Mientras la niña de la pareja quedó huérfana, el barrio entero quedó marcado por un vacío que no se llena.

Rioverde: Drama en Palestina por otro ataque

Horas después, ya cerca de la medianoche del mismo martes, la muerte volvió a golpear a la Provincia Verde. También fue por partida doble.

En el sector La Virgen, en Palestina, cantón Rioverde, alrededor de las 23:30, siete encapuchados llegaron por el río, silenciosos, moviéndose como sombras, irrumpieron en una vivienda, tumbaron la puerta y dispararon contra dos jóvenes, uno de 15 años y otro de 17.

La lluvia de balas también alcanzó al padre de los adolescentes, quien fue llevado al centro de salud tipo C de Rioverde. “No entendí nada. Solo sentí los estampidos y vi cómo mis hijos caían”, contó después el hombre, con la mano herida vendada y la mirada perdida.

Los sicarios se marcharon por donde llegaron: por el río, envueltos en la oscuridad, dejando a una familia rota y a un barrio paralizado.

En menos de cuatro horas, Esmeraldas sumó cuatro homicidios más. Cuatro vidas apagadas, familias destruidas y  una provincia que sigue viviendo con el corazón en sobresalto.

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