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Ecuador

Salinas: el rincón andino que ni durante el paro nacional 2025 dejó de producir
Entre fábricas de queso, chocolate, lana y miel, esta parroquia de Guaranda mantiene viva una historia que comenzó en los años setenta
En los años setenta, cuando en Salinas la vida se medía por la sal que se sacaba para el patrón, nadie imaginó que esas montañas frías de Bolívar se convertirían en símbolo de trabajo y progreso. A 3.500 metros sobre el nivel del mar, esta parroquia del cantón Guaranda levantó, con mingas y esfuerzo propio, un modelo comunitario admirado en todo el país.
Cinco décadas después, esa cultura de trabajo volvió a distinguirlos. Mientras durante el paro nacional de octubre de 2025 gran parte del país se detuvo, con carreteras cerradas, producción paralizada y enfrentamientos, en Salinas las manos no dejaron de moverse: siguieron amasando queso, hilando lana y templando chocolate. Para ellos, la protesta no fue cerrar caminos, sino seguir construyendo futuro. Su ejemplo recordó que el progreso también puede ser una forma de resistencia.
El origen del progreso de Salinas de Guaranda
Ese espíritu tiene raíces profundas. En 1970, el misionero italiano Antonio Polo llegó enviado por el obispo Cándido Rada. Sociólogo y sacerdote, llegó por cuatro meses a levantar una casa comunal junto con voluntarios de la Operación Mato Grosso, pero encontró algo más: una comunidad dispuesta a organizarse y liberarse. “Cuando llegué, no traje libertad: la encontré en ellos”, recuerda. Aquella casa fue el punto de partida de una revolución campesina pacífica que cambió para siempre el destino del pueblo.
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Las mingas se volvieron el cimiento: con palas, picos y fe abrieron caminos, instalaron agua potable y levantaron talleres. Durante quince años casi no hubo recursos externos; el motor fue la gente. Con el tiempo germinaron fábricas de queso, plantas de chocolate, tejidos, laboratorios de miel y hongos deshidratados, hasta alcanzar alrededor de 13 millones de dólares anuales en facturación.

Un modelo sin patrón
En 1972 nació la primera cooperativa de ahorro y crédito, inspirada en modelos europeos. Luego surgieron asociaciones productivas y, más tarde, la Corporación Gruppo Salinas, que integra siete organizaciones bajo la marca El Salinerito, creada en 1978. Su lema es claro: producir en comunidad, vender con confianza. “Aquí no hay patrón, hay compromiso”, resume Hugo Toalombo, su coordinador.
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Las utilidades no se reparten entre individuos: se reinvierten en educación, combate a la desnutrición, apoyo a adultos mayores, deporte y reforestación. Cada lunes, una campana convoca a la “reunión de reflexión”, donde se agradece, se piensa y se planifica la semana. “No hay desarrollo sin pensamiento”, insiste Polo.
Dar valor a lo propio en Salinas
La clave fue transformar lo que da la tierra. La leche que producen 33 comunidades se convierte en queso gourmet que llega a Europa; el cacao, en chocolate; la lana, en prendas exportadas a Estados Unidos. “La pobreza no se combate con subsidios, sino transformando lo que producimos y trabajando en grupos”, dice el misionero. Si el campesino vende solo materia prima, pierde siempre.
En Salinas no hay mansiones, pero hay calles limpias, escuelas, talleres y una red vial construida sin fondos estatales. A sus 85 años, Polo prefirió el servicio al monumento: rechazó una estatua y pidió que ese dinero se destine a un cuarto para los ancianos. “Los monumentos deben estar en el corazón de la gente y en la mente de Dios”, afirma.
Y así, entre queso, chocolate y mingas, también en tiempos de paro, Salinas demuestra que la fe, la organización y el trabajo colectivo siguen siendo la mejor receta: ¡a la minga!, ¡a la misa! y ¡a la reunión!
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