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Durante años, las historias sobre presuntos abusos en la televisión fueron tratadas como simples rumores. Hoy, figuras del medio reflexionan sobre la necesidad de erradicar los estigmas y cuidar el discurso frente al público.Referencial - Canva

Abusos, poder y culpa: voces que rompen el viejo discurso de la TV ecuatoriana

Voces de la televisión y del ámbito psicológico reflexionan sobre los silencios en torno a los abusos y el poder en los medios

Durante décadas, la televisión ecuatoriana —como muchas otras industrias del entretenimiento en América Latina— se movió entre rumores, silencios y frases que culpaban a las víctimas. En los años 90 y 2000, era común escuchar que una mujer “sabía en lo que se metía” si buscaba un espacio frente a las cámaras. Aquellas historias de supuestos abusos o favores a cambio de oportunidades se trataron como “chismes” y rara vez pasaron del murmullo al escrutinio público.

Hoy, esa narrativa resulta impensable, pero la conversación vuelve a escena. ¿Cuánto ha cambiado realmente la cultura del poder y del silencio? ¿Y cuánto de esa herencia sigue presente en los discursos actuales?

Una presentadora de televisión, la madre de una cantante y una psicóloga reflexionan desde distintas orillas sobre un mismo tema: la necesidad de romper con las viejas estructuras que culpaban a las víctimas y proteger a las nuevas generaciones de los mismos estigmas.

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La presentadora y panelista de televisión Soraya Guerrero reconoce que los rumores sobre supuestos abusos circularon durante años en el medio, aunque en su experiencia nunca presenció directamente algo similar. Aun así, dice, el tema no debe minimizarse.

“Es un asunto muy delicado, porque las víctimas que han atravesado esto siempre serán víctimas. Mentes abusadoras, por tener poder, las han hecho caer en esa situación. No deja de ser un abuso, algo que lastima y quita la honra de una persona”, dice a EXTRA.

Guerrero considera que no debe justificarse ni normalizarse el abuso bajo ningún pretexto. “Nadie sale a provocar a nadie. La gente que es mala siempre busca la manera de hacerte daño. No estoy de acuerdo con culpar a las víctimas ni a los padres. Nadie tiene derecho a abusar de ninguno de nosotros”, enfatiza.

Crear entornos seguros

Desde otra perspectiva, Silvana Kalil, madre de la cantante Mar Rendón, reconoce que el acompañamiento familiar es necesario, pero también una tarea difícil en una industria exigente. “Tuve la suerte de poder acompañar a Mar en casi todo, pero no todas las madres pueden hacerlo, y eso no las hace malas madres”, reflexiona. 

"Mentes abusadoras, por tener poder, las han hecho caer en esa situación".Soyara Guerrero
​Presentadora de tv

Kalil, quien trabajó durante años en televisión y publicidad, considera que es injusto juzgar a las familias o jóvenes artistas que comienzan sus carreras en ambientes profesionales donde conviven con adultos. “El simple hecho de que un entorno esté lleno de adultos lo hace más difícil para una niña o adolescente. Por eso, más que juzgar, hay que crear entornos seguros y de confianza”, añade.

Kalil siempre ha estado junto a su hija, desde que empezó en el canto a los 14 años. Cuando ella no podía acompañarla a los shows por motivos de horarios laborales, iba su esposo y contrataba a un equipo de 10 personas que estuvieran junto a Mar para que sean su apoyo en todo lo que llegase a necesitar. La artista, de 22 años, se encuentra viajando entre Perú, Colombia y México con una agenda profesional llena. “Por suerte ahora hay un equipo de trabajo en el que confío. Pero siempre intento estar presente, así sea a la distancia”, enfatiza.

Prácticas patriarcales

La psicóloga clínica Anabelle Arévalo, especialista en abuso sexual y excoordinadora del CEPAM, explica que los abusos siguen existiendo porque las estructuras de poder no han cambiado lo suficiente. “Las adolescentes no son culpables de las acciones de los agresores. En muchos hombres persisten creencias patriarcales que consideran los cuerpos de las mujeres como objetos de poder. Las adolescentes están en desarrollo emocional y psicológico; por lo tanto, son vulnerables a la manipulación de los abusadores”, señala.

Arévalo advierte que, aunque hoy se hable más del tema, aún falta una política pública firme para la educación sexual integral y la prevención del abuso, con enfoque diferenciado por edad. “El abuso de poder y sexual hacia niñas, adolescentes y mujeres de todas las edades continúa, en parte, porque no existe una educación sexual que enseñe límites, consentimiento y respeto”, detalla.

El viejo discurso de que “la víctima sabía en lo que se metía” o “se lo buscó” no tenía cabida en épocas pasadas, menos ahora. Es una narrativa que, además de injusta, perpetúa la impunidad y normaliza el abuso de poder y el silencio cómplice. Hoy, quien tiene un micrófono al frente o una cámara encendida tiene también una responsabilidad: informarse, comprender y hablar con perspectiva, sin repetir estereotipos que revictimizan ni frases que deshumanizan. La televisión cambió, las audiencias también. Lo que falta es que todos los que comunican entiendan que las palabras —como el poder— pueden proteger o dañar. Y elegir lo primero no es opcional, es urgente.

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