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Líos políticos de Ecuador en 2026: ¿cómo llega ADN tras la derrota en la Consulta?Cortesía ADN

2026 en la mira: peleas, fracturas y el caos político que amenaza a Ecuador

Fragmentación partidaria, desgaste del oficialismo y tensiones indígenas anticipan un escenario político inestable rumbo a 2026

El mapa político de Ecuador se encamina a 2026 atravesado por fracturas, desgastes y tensiones acumuladas que, lejos de resolverse, podrían profundizarse en el corto plazo. Y es que el escenario está marcado por el debilitamiento de los principales actores nacionales, la persistente fragmentación interna en organizaciones y el ascenso de movimientos locales con capacidad real de disputar poder territorial.

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Uno de los focos más visibles de conflictividad es Revolución Ciudadana (RC). Aunque sigue estando entre las organizaciones con mayor peso electoral, su fortaleza ya no es la de años anteriores. “No sé si Revolución Ciudadana lleve necesariamente la bandera de los conflictos políticos en 2026”, señala el analista político Arturo Moscoso Moreno, al advertir, eso sí, que el movimiento correísta llega al próximo ciclo electoral “debilitado” y “fragmentado internamente”.

A su criterio, el liderazgo que durante años permitió cohesión y disciplina ya no genera los mismos efectos, lo que limita su capacidad de articular una estrategia unificada.

Revolución Ciudadana sigue siendo una de las organizaciones políticas fuertes de Ecuador, pese a líos alrededor de Luisa González (izq.).Cortesía Revolución Ciudadana

A ello se suma un factor estructural: el techo electoral que enfrenta el correísmo. Moscoso recuerda que Daniel Noboa ganó la presidencia de la República (en 2023) con el respaldo de “una fuerte fracción del electorado que jamás votaría por el correísmo”, lo que sigue marcando un límite claro para Revolución Ciudadana, especialmente en plazas clave como Quito y, en menor medida, Guayaquil. En ese contexto, el analista anticipa, en diálogo con este Diario, que tanto Revolución Ciudadana como el movimiento oficialista ADN volverán a disputarse los principales espacios electorales, pero “nuevamente en un contexto de debilidad de ambos”.

ADN, ¿realmente fuerte?

El oficialismo, por su parte, tampoco llega indemne. ADN afronta cierto desgaste político evidente tras la derrota en el Referéndum y Consulta Popular 2025, un episodio que, en palabras de Moscoso, constituye “un mensaje clarísimo en contra de la gestión del gobierno”. A esto se suman las controversias protagonizadas por ciertos asambleístas oficialistas, como Luis Alvarado Campi y la compra de dos medios de comunicación, que han erosionado la imagen del movimiento en la Asamblea Nacional y en la opinión pública.

Sin embargo, el analista descarta una debacle total del proyecto gobiernista. “Eso no significa que ADN esté liquidado políticamente”, aclara. El movimiento aún cuenta con recursos, visibilidad y estructura, pero enfrenta un desafío central: la falta de cuadros políticos consolidados. “Dentro de esa estructura no hay una formación política real o políticos de larga data”, advierte Moscoso, lo que obligará a ADN a buscar candidatos sólidos para los próximos comicios. 

De no lograr perfiles competitivos, el oficialismo podría enfrentar nuevas derrotas electorales.

El movimiento indígena se fragmenta

Otro frente de tensión lo constituye el movimiento indígena, cuya fragmentación se ha hecho más evidente en el actual escenario político. La división entre quienes optan por mantener canales de diálogo con el gobierno de Noboa y quienes rechazan de plano cualquier acercamiento y exigen un cambio de rumbo ha debilitado su capacidad de acción conjunta. 

En este contexto, Pachakutik sigue siendo, según Moscoso, “una fuerza política significativa, aunque pequeña”, con presencia relevante en la Sierra norte y centro, pero “sin mucha capacidad de expansión nacional”.

El movimiento indígena se configura alrededor de Marlon Vargas, presidente de la Conaie.Archivo

Las divergencias internas no solo limitan su proyección electoral, sino que también condicionan su rol como actor de presión social y política, un papel que históricamente ha sido clave en momentos de crisis institucional.

¿Y las organizaciones políticas tradicionales?

El panorama tampoco es alentador para las organizaciones tradicionales. El Partido Social Cristiano (PSC), otrora uno de los pilares del sistema de partidos, continúa un proceso de decadencia que parece difícil de revertir. 

Para Moscoso, esta tendencia no es coyuntural: “La decadencia de esos partidos continuará porque no hay realmente una reforma al sistema de partidos que permita tener partidos de verdad”. Aunque podrían disputar alguna alcaldía puntual, considera “difícil” que vuelvan a desempeñar un rol protagónico a nivel nacional, incluso en bastiones históricos como Guayaquil, donde su presencia es cada vez más reducida.

En medio de este escenario de desgaste generalizado, emergen con mayor fuerza los movimientos políticos locales. Para el analista, la debilidad simultánea de RC y ADN “abre la puerta a algunos movimientos políticos locales que podrían competir solos o en alianzas ad hoc” y ganar gobiernos seccionales estratégicos. Alcaldías y consejos municipales aparecen como los principales espacios de disputa para estas organizaciones, que podrían capitalizar el desencanto con los partidos nacionales.

El camino hacia 2026 se perfila como un proceso marcado menos por la hegemonía de un actor y más por la fragmentación del poder político. Con partidos nacionales debilitados, liderazgos cuestionados y un electorado cada vez más volátil, estos líos políticos que se avizoran no solo amenazan con explotar en clave electoral, sino que podrían redefinir la correlación de fuerzas en el Ecuador del próximo periodo.

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